2024: diario de una travesía
El 2023 fue inolvidable. El 2024 ha sido una travesía. El 2023 lo terminé escribiendo un cuento hermoso. El 2024 lo quiero acabar compartiendo lo que he aprendido o lo que quizá tan sólo necesitaba recordar, pero de un modo mucho más profundo. Para no olvidarlo y por si sirve.
ENERO
La memoria de quienes amamos es compartida, como un poliedro que se reconstruye y se recrea. Un padre es de todos sus hijos.
El amor es lo único que vence a la muerte y aquellos que amamos y se fueron siguen vivos en nosotros.
Releer es a veces volver a vivir, aunque sea treinta años después.
FEBRERO
El llanto trae refugio y caricia. Pero a veces hace falta mucho valor para llorar.
El amor no salva, pero sin amor no te salvas.
Despedir a Carmen y reencontrar su amor en las paredes de Toledo y constatar hasta qué punto también ella me adoptó.
MARZO
La memoria corporal me puede hacer vomitar, gritar y llorar mucho tiempo después.
Cuando era niña, la poesía fue el único modo que encontré de nombrar lo inefable. Pero ya no estoy allí.
Mi hijo, al que le dio miedo hacerse hombre. Y aquel aeropuerto compartido para sostenerle.
ABRIL
Mis 51 razones.
La herida del abuso, que volvió a sangrar.
La luna llena en la cala del mago: volver en mí.
Y un recordatorio en forma de risa compartida: Nuestro hogar es nuestra red de amor.
MAYO
La vida son espirales: regresan sitios y personas del pasado, pero todo es diferente porque estoy diferente.
Por muchos años que hayan pasado, dar valor de verdad a lo vivido cura: el amor que sí fue aunque no se nombrara, el miedo que se hizo grande, las opciones que tomé o lo que signifiqué en la vida de alguien.
JUNIO
El precipicio a miles de km de casa.
Un viaje de los que valen una vida.
Y sentir que naufrago, no reconocerme.
JULIO
El amor de mis sobrinos, uno de los mayores logros/regalos de mi vida.
La primera reunión presencial del equipo de Espirales CI. Sentir más que nunca que no me equivoqué y que el privilegio se hace aún mayor.
Las risas en aquel hotel escondido en Segovia. Pura magia.
Y el reencuentro en Colonia, el amor que lo hizo posible. «Hace falta un abrazo dado en silencio y sin exigencias, una serie de pequeños pasos dados con la consciencia que sólo surge del amor. Hace falta mucha terapa, mucha, mucha terapia de la de dentro de consulta y de la de las comidas, cafés y conversaciones refugio. Hace falta confiar«.
Y una visita largamente esperada en la roqueta. Hay hilos de amor que nunca se rompen.
AGOSTO
Los océanos bravíos y el amor incondicional de Txus, devolviéndome a tierra.
Y una cena de despedida a mi hijo que merece presencia en este diario por demasiados motivos.
SEPTIEMBRE
El agotamiento y los 17 días logrados a través de las oraciones de Aurora.
A veces no se trata de estar mal, es sólo agotamiento. Las personas nos podemos romper por agotamiento.
Las presentaciones del nuevo libro. Regalo inmenso.
Y el sentido de este año que empieza a aparecer con la claridad de tres verbos: redimensionar, resignificar, recolocar. Es algo así como poner orden, dar el valor y la dimensión correcta a lo vivido.
OCTUBRE
Una opción para el resto de mi vida: optar por dejar de callarme la rabia.
Mi ternura y mi fuerza. Ambas soy yo. La niña asustada y la mujer contundente.
Dos días de vómitos que también merecen figurar en el diario de travesía. Y la lectura de diarios que ya va llegando a su fin.
Los regalos de la vida: los dos reencuentros en Gran Canaria, el regalo inesperado de Tabarca, ver Roma en los ojos emocionados de Aina, los días en Sant Elm.
NOVIEMBRE
Los 18 años de José. Nuestros 17 como familia. Ese primer día, ese inmenso amor.
Celebrar en nuestro hogar madrileño y nuestro hogar mallorquín. Escucharle dar las gracias y pedir a las personas que le digan algo. Escuchar a sus amigos hablar sobre él. Y ese abrazo comunal. Ver el hombre en el que se está convirtiendo, ¡y sentir tanto orgullo!
Y siguen los regalos de la vida: en aquel abrazo lleno de ternura frente a aquel mar de la infancia, en cada luna llena que viene a acunar mis sueños, en aquella ponencia de aquel congreso inolvidable.
Y esa película en la que estoy sin estar.
DICIEMBRE
Y cuando el año parece que acaba, la vida te recuerda que cada día cuenta.
Me toca dar el valor justo a mis renuncias, a lo que no hice, a lo que dejé ir: aquella beca, aquellos puestos laborales. Y saber que siempre lo hice por cuidar a quienes amaba y amo. Y que lo volvería a hacer.
Me toca comprender que algunas personas llegan a mi vida para obligarme a sanar la memoria corporal de mis heridas más tempranas. Y desde ahí puedo dar las gracias y dejarles ir.
No quedarme quieta, parada, silenciosa ni bloqueada. Y al mismo tiempo necesitar hablar cada vez menos, moverme cada vez menos, demostrar ya casi nada.
Me toca sostener la primera ruptura. Y de nuevo sentir un inmenso orgullo.
Y volver a mis amaneceres. Y al privilegio. Y a las caricias y abrazos de mi hijo y de mi gente amada.
Y al final de esta travesía, tan sólo una petición al año nuevo: suavidad.
Pepa, a dos días de acabar el 2024.