7 veces 7
Leo la fecha de mi última entrada..febrero! Ni siquiera he escrito este año por mis 49! Increíble!
Este año 2022 sigue la pauta de aquella nochevieja en la que lo empecé en el hotel de Zaragoza. La pauta es la intensidad. Mi vida para mucha gente es intensa, sin embargo para mí llevaba muchos años siendo plácida. No hablo del movimiento, ni del ruido externo, ni del caos o el miedo. Hablo de la paz interna, de ese lugar al que llegas cuando no tienes miedo, cuando te invade la sensación de que no tienes ya nada que demostrar a nadie. Sólo vivir.
Pero este año he recuperado ese vértigo en el estómago que anida en mí cuando la vida va más deprisa que yo, cuando los acontecimientos se suceden a un ritmo tan vertiginoso que apenas puedo digerirlos de uno en otro. Cada vez aprecio más volver de viaje por la mañana y tener todo el día para procesar antes de reincorporarme a la rutina al día siguiente en vez de apurar las horas y volver tarde de viaje. No tener que salir corriendo al aeropuerto, poder pasear o el tiempo de viaje en coche conversando y escuchando música. Tiempos lentos, pausados, míos.
Pero éste es mi año 7. Sé que a muchos les sonará a tontería pero hace años me contaron que la vida parece organizarse en ciclos de siete años, que los grandes cambios suceden en los años 6, 7 y 1 y del 2 al 5 son años de integración. Al principio, cuando me lo contaron, me sonreí. Hasta que me puse a hacer mi listado: 7 años, 14 años, 21, 28, 35, 42…el último 7 nos vinimos a vivir a Palma. Y el anterior adopté a mi hijo. Y para atrás…todos los acontecimientos claves de mi vida se sitúan en año 7 o 1. Y este año es mi siguiente 7. He cumplido 49. El año que viene celebro los 50.
Me tomé el día libre, es una costumbre que tengo hace unos años, no trabajar el día de mi cumpleaños. Me fui a pasear frente al mar. Había celebrado el día anterior con mis amigos de la roqueta y ese día paseé y me dediqué a hablar por teléfono, tomé un café con una amiga, comí con otra y pasé la tarde con mi hijo. Y por la tarde me llegó un regalo profundo, y más llamadas y mensajes de las que puedo narrar.
Y cuando estaba frente al mar pensaba en mi año 7. Y en mis 50. Pensaba en que, si todo va bien y la vida no tiene otros planes para nosotros, mi hijo se irá el año que viene a estudiar fuera. Nos tocará separarnos después de 17 años. Pensaba en mi trabajo y en los procesos en los que estoy implicada y los cambios a los que estoy contribuyendo. Pensaba en el privilegio de la consciencia. Pensaba en mis ángeles, y en cómo me siguen cuidando. Pero sobre todo, pensaba en el amor inmenso que me rodea. Porque al final mi mayor éxito en la vida, con diferencia, es la red de amor que me sostiene y me abraza.
Alguien me escribió un regalo tan bonito este año que no me resisto a transcribir un trocito de uno de sus párrafos (sé que me perdonará): » El abrazo de Pepa es algo así como un abrazo valle y abrazo montaña, un abrazo muro de contención, abrazo muralla, abrazo de seda y hierro, abrazo descanso de tanto tiempo manteniendo las sombras a ralla. Abrazo cálido, abrazo casa, tentol, salvo, un ratito para permitir el niño y mel i sucre, y al juego siempre tablas. Un abrazo hogar. Un abrazo de almas. Un abrazo para guardar el dolor y encontrar las fuerzas.»
Éste es mi éxito. Mi paz. Y cuando puedo parar frente al mar o cuando abrazo a mi hijo cada mañana siento que llego a mi año 7 (7 veces 7) con fuerza para sostenerlo, sabiendo como sé que el aprendizaje y el reto que traiga será siempre luminoso. Eso no lo sabía cuando era pequeña. Entonces el dolor era otro.
Así que hoy sólo quiero contaros eso. Que estoy en año 7, que tengo algo de vértigo en la tripa. Que me sé una privilegiada y me siento amada. Y que espero hacerlo bien.
Abrazo grande,
Pepa