Mis certezas para el «después» del covid 19
Hacía años que no vivía un tiempo de tanta intensidad emocional como han sido estos meses. El nivel de demanda emocional, también laboral, que he sostenido ha habido pocas veces en mi vida que lo hayan igualado. Por suerte en parte vi, en parte me hicieron ver que me estaba agotando y tomé medidas. Y ahora que he podido descansar y voy reconectándome de nuevo conmigo, con mi hijo y con la vida en general, quiero escribir algunas certezas que me han llegado en este tiempo. Por si pueden servir, en la linea de lo que siempre he hecho en este blog. Aquí van:
1. Por mucho que nos empeñemos en hacer como que no ha pasado, en tratar de pensar que ha sido un mal sueño y volver a lo que había, no va a funcionar. Algo profundo ha cambiado, y aún andamos muy ciegos y asustados para ver su magnitud. En realidad la vida es así: volver es sencillamente imposible. La vida es más grande y más fuerte que nosotros, y nos pide, como dije en mi última entrada, transformarnos para seguir. Y seguimos siendo tan necios como para pensar que podemos controlar la vida: el nacimiento, la muerte, el amor, la enfermedad, la naturaleza…todo lo importante y nuclear es intemperie.
2. Aprendí hace muchos años que confiar es la clave de la seguridad. «Aprender a confiar en la vida incluso cuando la vida hace daño» un verso de Llach (y creedme que lo digo con conocimiento de causa personal y laboral) es una de las claves de la salud mental y del crecimiento. Ante lo que nos espera tenemos dos opciones: confiar y dejarnos o enfermar de miedo. Cada uno tendrá que elegir. Y es una elección que se plasmará en miles de pequeños detalles cotidianos. Detalles que son personales e intrasnferibles. Se trata de elegir cómo vivir. Siempre fue así pero ahora es un poco más si cabe.
3. Hay dos cambios que siento que la vida nos pide para lo que está por venir. El primero es cambiar el concepto de familia por el de tribu. Necesitamos una tribu. Y la necesitamos cercana, firme, presente, real. Una tribu de amor que cuide a nuestros hijos pase lo que pase, a nuestros mayores, a nosotros mismos si enfermamos. Una tribu que aumente las probabilidades de estar acompañados. Si seguimos criando y viviendo de puertas adentro, no funcionará. La familia nuclear no es suficiente. No ahora, no para lo que viene.
La tribu y la comunidad son realidades que se han perdido en occidente, no así en otros lugares del mundo. Y es nuestra gran pérdida como sociedades sin duda. Son tres elementos que juegan a entrelazarse: el individuo, la comunidad y el sistema. Hay lugares del mundo en que los sistemas no existen o son muy débiles como muchos países del continente africano, y el ser humano sobrevive por la tribu. Lugares del mundo donde el sistema y la comunidad imponen su ley y el individuo apenas tiene voz por sí mismo para decidir sobre su vida, como ocurre en muchos lugares en los que he trabajado en Asia. Y en Europa el inviduo le pide al sistema que solucione sus problemas. Como individuos nos expresamos, nos quejamos, demandamos al sistema soluciones. Pero la comunidad, la tribu es débil, cuando no inexistente.
Los movimientos comunitarios y pequeños son el cambio en el que, después de todos estos años, mantengo mi confianza. Porque lo he visto, he visto mil veces los cambios que generan y merecen la pena. Al mismo tiempo, los datos que veo del mundo me refuerzan una vez más mi poca fe en el cambio global. Veo muy pocos datos del sistema global que me hagan confiar en el cambio y la mejora después del covid 19, más bien todo lo contrario. Pero procuro no olvidar que el ser humano es capaz de cambiar lo pequeño y desde ahí generar revoluciones. No sé si lo haremos, pero sé que capaces somos.
Pero cuando hablo de la tribu, no sólo la menciono por su posibilidad de cambio social real, sino porque será el sosten emocional de las personas, de todos nosotros en lo que está por venir. Insisto y no me cansaré: no es suficiente con la familia. Nos equivocamos si creemos que podremos sobrevivir solos en familia.
4. El otro gran cambio que se nos pide es el de la permanencia a la provisionalidad. Esto fue de las primeras cosas que escribí en el uno de los primeros post filosófico de estos meses, pero sigo pensando mucho en ello. Aprender a vivir en un mundo que sea provisional, en el que pueda haber cambios constantes, continuos y no deseados. Cambiar de casa, de ciudad, de trabajo.. una educación diferente, una vida diferente..enseñar a nuestros hijos e hijas a no permanecer cuando nos han educado para encontrar un lugar en el mundo donde permanecer justamente, cuanto más cercano a nuestros orígenes y familia mejor. Creo que por ahí tenemos un gran trabajo pendiente por delante. Y generar estructuras que puedan moverse de sitio, sistemas que puedan cambiar y adaptarse fácilmente, no sólo laborales, sino de convivencia y de gestión de los espacios. Creo que es un reto para nuestros esquemas mentales, seguro lo es para los míos.
5. Sé que el ser humano en las situaciones extremas es capaz de lo mejor y de lo peor. El covid 19 no está siendo una excepción. El miedo enfada a la gente, la angustia necesita encontrar culpables. En cierto modo la confrontación nos mantiene ocupados y nos ayuda a gestionar el miedo. Pero por el camino mostramos nuestro peor rostro y a menudo abandonamos a los más vulnerables. Poder mirar ese espejo del ser humano, el mío propio, el de quienes amo o el de la sociedad en general va a ser prioritario a corto plazo. Porque no sé si a largo plazo aprenderemos, mejoraremos, nos transformaremos para volver a ocupar el lugar que nos corresponde en la tierra, un lugar humilde y agradecido, que perdimos hace tiempo por engreídos y asustados. Pero sé que a corto plazo eso no va a pasar. Así que sé que nos esperan desiertos. Atraversarlos será parte del crecimiento. No me da miedo, porque sé que es así. Es parte de la esencia del ser humano, somos capaces de cosas increíbles y bellísimas, pero también de una crueldad inimaginable y de mucha estupidez. Si tomo la vida, y al ser humano como parte de ella, la tomo en su totalidad. Por eso no tengo miedo, pero no me engaño.
6. Y la última, pero más importante certeza: me toca tocar mi melodía el tiempo que me sea regalado. No lo podré decidir, siempre lo supe, ahora lo he recordado con claridad: no decido. La vida es más sabia que nosotros. Nos va colocando en nuestro sitio. No sé cuál será el límite que forcemos como especie desde nuestra ceguera y nuestro engreimiento. Y no sé cuál será mi papel en todo ello. Pero sí sé que puedo elegir una forma de vivirlo, y voy a poner todo mi ser y mi consciencia en intentar hacerlo.
Un abrazo inmenso,
Pepa
Querida Pepa, has tocado mi corazón que al fin lloré, he contenido mis lágrimas todo este tiempo,leerte ha significado que empiece el proceso lindo que provoca llorar, es como el agua que limpia. Gratitud infinita a ti, a tus palabras, un abrazo grande!!
Un abrazo muy grande Eva y gracias por tus ultimos comentarios. Yo tb he necesitado llorar para reconectarme en algunas cosas. Abrazo!
Muchas gracias por tus post durante el confinamiento. En estos tiempos de confusión tus palabras reconfortan y ayudan a ver con más claridad.
Un abrazo
[…] de la condición humana es la “intemperie” (expresión que el otro día también leí a Pepa Horno) la analogía da lugar a un conjunto de derivaciones que serán la base un cada vez más completo […]