Optimismo patológico
Parece que el día de hoy va de la alegría.
Mi hijo y yo nos hemos levantado riendo sin parar, abrazados, él se ha reído, yo con él. Él estaba feliz porque ha afrontado su miedo a Harry Potter y ha salido victorioso, le ha costado tres días de pelear en sueños con Voldemort. Pero ayer no hubo sueños ya. Y su sonrisa era grande, luminosa.
He ido a comprar una barra de pan y la panadera me ha preguntado: «¿Cómo estás?» Le he contestado «Muy bien». Y entonces me ha sorprendido su respuesta: «Qué gusto escuchar algo así… Mi marido es muy pesimista y yo siempre trato de explicarle que su visión de la vida nos resta fuerzas…»
Me conecto al ordenador y alguien me regala esta frase de Isabel Allende:
«Memoria selectiva para recordar o bueno, prudencia lógica para no arruinar el presente y optimismo desafiante para encarar el futuro»
En varios blogs que sigo sobre resiliencia, me encuentro post que hablan de la risa, la alegría, la motivación, las endorfinas y la oxitocina como motores de la vida y del cambio.
Y sólo son las 10.43 de la mañana.
Y entonces recuerdo una vez más el porqué de mi opción por la alegría. Y que en los talleres a profesionales, siempre les digo que para trabajar con personas hace falta ser «optimista patológico» quedarse siempre con el vaso medio lleno, con el caso con sentido, con la sonrisa de ese niño al que le diste esperanza, con el abrazo de quien no supo explicártelo con palabras..
..porque esos motivos para el vaso medio lleno no son inventados, ni ilusos. Existen y tienen sentido. Sólo hay que elegir verlos, perseguirlos, optar por ellos. Es la única manera de poder trabajar con personas.
Quizá el único modo de ser feliz.
Porque lo demás: el miedo, la parálisis, la tristeza, la rabia…ya nos la inculcan de sobra, por todos lados. Y la vida ya se encarga de recordarte de vez en cuando cuánto puede llegar a doler, hasta dejarte sin aliento como un puñetazo en el estómago, hasta doblarte, hasta hacerte sentir pequeña y miserable.
Pero luego llega el sol de invierno, y me calienta el rostro. La risa de mi hijo. El rostro amigo. La caricia de su profesora a mi hijo. El parque que veo por la ventana. La conversación con la panadera. El mensaje de una amiga. El mail de alguien que te escuchó en un taller.
Y siguen siendo las 10.47.
Y de nuevo vuelves a lo mismo: hay que elegir.
Optar. Optar por vivir o por morir. Optar por amar o por esconderse. Por el valor o el miedo. Por la alegría o la tristeza. Porque son esas opciones las que marcan una vida.
Pepa
Querida Pepa:
Hece poco que te descubrí y me encanta leer lo que vas escribiendo en tu blog. Es como abrir una ventana y respirar ese aire fresco del Mediteráneo. Me estás ayudando mucho…sobre todo que tengo algo muy en común contigo!!
Te mando un abrazo grande, y por favor sigue oxigenando nuestra alma y mente de esa manera.
Gracias Pepa!
Gracias emocionadas a ti, Pilar! Ser ventana, ser aire, ser mar…gracias.
Pepa
Gracias de nuevo por tu optimismo…
Yo sigo aquí, trabajando, con niños especiales y es verdad que desde que te leo son un poco más optimista..
No siempre curo las enfermedades.. , algunas por desgracia son crónicas.. pero intento escuchar.. y dedicar más tiempo del estipulado…
Ojalá algún día pueda volver a escucharte en directo.
Gracias.
Me has alegrado un poquito mi guardia..
Gracias a ti, Ana, es el día a día el que lleva luz a quienes pasan por tu consulta.
Gracias por hacerla posible.
Pepa
Gracias Pepa. Creo que las personas que apuestan por la alegría desde la plena consciencia, desde la voluntad, no como una huida de la realidad tienen la capacidad de contagiar a los que tienen a su alrededor…
Creo que tu blog transmite eso, paz y alegría… que buenos antídotos para los tiempos que corren…
No sé porqué he relacionado tu escrito con el mar de fueguitos de Galeano… Yo siempre les digo a mis hijos que todos deberíamos ser un fueguito que enciende a los que se acercan… Muchas veces me pregunto cómo… y hoy leyendo tu escrito me has hecho pensar y he conectado.. Paz interior y alegría… eso te lleva a tener pasión por la vida… y eso sin duda se contagia…
Gracias de verdad….
«Un hombre del pueblo de Neguá, en la costa de Colombia, pudo subir al alto cielo.
A la vuelta, contó. Dijo que había contemplado, desde allá arriba, la vida humana. Y dijo que somos un mar de fueguitos.
—El mundo es eso —reveló—. Un montón de gente, un mar de fueguitos.
Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás.
No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco, que llena el aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca, se enciende»
Pepa, lo que escribes en este post es super importante, sobretodo en estos momentos en los que estamos rodeadas por tanta negatividad, cada dia. Justo ayer antes de dormir he hecho un pacto con mi compy: decidimos que aunque las cosas nos vayan mal, aunque la vida nos ponga delante mucho dolor, mantendremos la alegria y el humor como estrategias vitales.
No creo que sea casualidad que esta mañana haya entrado en tu blog y leydo este magnifico texto, que ayuda en reafirmarme en mi elección.
Francesca, hace mucho que no creo en las casualidades 😉 y bienvenidas a la opción por la alegría!
Un abrazo y gracias por contarme!
Pepa
Hola. Me ha gustado mucho lo que expresa en estas palabras. Ha ejemplificado muy bien el hecho de poder elegir estar alegre y no triste, y precisamente esa «elección» es lo que desde el interior nos da aliento a confiar en que podemos asumir las riendas de nuestra vida. Un abrazo.
Estoy de acuerdo! La elección nos da el aliento.
Un abrazo, Elias
Pepa