El día internacional del niño: los mundos que «no son»

21 noviembre 2012
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Hoy es el día internacional de los derechos del niño. En mi ámbito de trabajo es «el día». Alrededor de él, como pasa con otros «días de» se organizan los grandes eventos sobre infancia. Se intenta poner rostro e imagen a los y las invisibles.

Porque nuestro mundo se construye de mundos paralelos. Mundos que jamás se rozan, mundos que ni siquiera saben el uno de la existencia del otro. Y no hablo de mundos lejanos (¿quién está lejos de quién?) distantes en kilómetros, sino de nuestro propio mundo. Hay mundos que no se rozan dentro de nuestro día a día. El que tiene tanto dinero como para comprar hasta su propia conciencia (y la de alguno más de paso), con el de los que no pueden lograr dormir porque no saben si tendrán un techo mañana. Incluso con criterios más triviales, pero que también configuran mundos: el de los que les gusta la música electrónica, o heavy, con los que nos gustan las rancheras o las pelis subtituladas, el de los que hacen kitesurf en Tarifa con los que esquían o los que hacen espeleología en los pirineos.

Las opciones que vamos tomando en la vida configuran los mundos a los que vamos a pertenecer, pero sobre todo aquellos que probablemente nunca vamos a tocar. Y cuando no los tocamos, sencillamente no existen para nosotros. No los palpamos, no los sentimos, no los vivimos. Sencillamente «no son», aunque estén frente a nosotros. Y aunque los medios de comunicación e internet nos han permitido acceder a mundos tan distantes como todo un universo, seguimos mirando en ellos sólo aquello que nos interesa. El resto de la información sencillamente pasa, no la filtramos, no la absorbemos, «no es».

¿Pero qué pasa cuando los que «no son» son las personas que sufren? ¿Qué ocurre cuando el dolor del otro sencillamente deja de existir? ¿Qué sucede cuando las personas acaban siendo la imagen de un «día de»? O aún más ¿qué ocurre cuando esos que «no son» dependen de que les miremos para existir?

Porque hoy es el día internacional del niño. Y los niños y niñas están ahí, delente de nuestras narices. Son nuestros hijos, nuestros nietos, los hijos de nuestros amigos, nuestros alumnos…Nos cruzamos con ellos, los oímos, los vemos…pero «no son». No para nuestra sociedad. No para nuestros mundos. Ni los que viven aquí, ni mucho menos los que viven en lugares como Honduras, Guatemala o Gaza, por mencionar sólo algunos de los lugares cuyo «no ser» me ha dolido más últimamente.

Los niños y las niñas «no son». Su opinión no cuenta más que para los mismos de siempre que nos reencontramos en los actos del «día de» y escribimos sobre el «día de» y unos cuantos miles más que aunque no vayan a actos ni escriban sobre ello, sí los miran a diario. Pero no como sociedad. Para nuestras sociedades los niños y niñas «no son». Sus derechos son demasiado a menudo un papel mojado que se puede vulnerar cuanto haga falta. Sus miedos sólo son reales para aquellos que les aman, si es que tienen la suerte de tener a quien les ame. Sus necesidades son carne de promesa política.

Las niñas y los niños no son ciudadanos para nosotros que vivimos en los mundos paralelos al suyo. Porque si lo fueran nos veríamos obligados a escucharlos, a tener en cuenta realmente sus opiniones, a diseñar recursos adaptados a ellos, a configurar un sistema educativo, o sanitario o judicial que se adaptara a su ritmo y a sus capacidades y no al revés. Nos veríamos obligados a que fueran un objetivo clave de nuestras políticas más allá del «día de».

¿Pero sabéis lo que más me duele? Esa certeza que raspa el alma de que para ellos SÍ SOMOS. Porque nos miran, nos aman, nos necesitan, nos buscan. Y lo hacen el «día de» y todos los demás. ¿Os habéis fijado en cómo mira un bebé a su padre o a su madre? ¿O en cómo los niños en la fila del cole están pendientes de a quién pasa su mano por la cabeza la profe cada día? ¿O cómo llevan la cuenta de nuestras promesas? ¿O cómo repiten lo que nos oyen, incluso lo que no debieran?

Para ellos SÍ SOMOS. Y no en un mundo paralelo, sino en el suyo. Porque nosotros configuramos su mundo. Les enseñamos a amar y ser amados, que es la primera necesidad humana universal. Pero también creamos sus miedos, damos alas a sus sueños o los cercenamos, les decimos lo que deben o pueden llegar a ser y lo que no, les damos esperanza o desazón. Ellos nos miran. Pero ¿y nosotros a las niñas y los niños?

Probad a miradlos durante un día. Aunque sólo sea por un día. No hoy que se supone que es «su día». Miradlos mañana. Porque sí. Porque mañana será mañana. Porque lo merecen. Porque los amáis. Y ya veréis cuánto aprendéis. Sin grandes retóricas. Sólo ponernos a su altura, desde la que casi siempre se ve más suave, más limpio, más diáfano. Aunque lo que veamos sea el dolor. Porque ellos lo nombran y lo viven, porque aún no han olvidado cómo hacerlo.

Porque al final sólo ese amor convierte los mundos paralelos en mundos que se entrecruzan. Con la llegada de un hijo que te hace madre o padre, con la llegada de un nieto o nieta que renueva tu propia identidad, con cada alumno o alumna que dice «buenos días, profe»…

…cuando los amamos, las lineas paralelas empiezan a cruzarse.

Pepa

Pd. lo confieso: desde hace media hora ya no es el «día de» porque son las 00:30 así que ya es 21 de noviembre 😉

2 comentarios a “El día internacional del niño: los mundos que «no son»”

  1. Fantástico Pepa. Para que «el día de» se convierta en todos los días del año. Se lo merecen.

  2. genial, Pepa!! cuanto te deben los niños… y los que aun siendo niños, tenemos cuerpos de adultos!!

    gracias por enseñarnos a volver a ver con aquellos ojos de hace «tanto» tiempo.

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