Solucionar las pesadillas
Conversación en la cena:
– ¿A ti qué te daba miedo cuando eras como yo, mami?
– Pues la oscuridad, como a ti cuando eras más pequeño, cariño, pero la abuela Asun hacía lo mismo que hacía yo contigo, me dejaba una luz encendida y con eso me bastaba.
– ¿Y tenías pesadillas?
– Alguna vez.
– Cuéntame una, porfa.
– Pues alguna vez soñé que me caía de un edificio alto.
– ¿Y por qué no sueñas que bajabas en una cometa?
– ¡Es una idea genial!
– O mejor aún, en un paracaidas, porque al paracaidas le puedes poner una hamaca, y caer tranquilamente poco a poco.
– ¡Eso sería perfecto!
– Cuentame otra, que ya verás como te la soluciono.
– Pues alguna vez soñé que me perdía de mi madre en un bosque.
– ¿Y qué animal te gusta? Dame uno, por ejemplo, las mariposas?
– Bueno, sí, las mariposas son preciosas.
– Pues ya está, buscas una, te aferras a ella y ella te llevaba volando hasta otra más grande, su mamá, que tenía dibujados corazones en sus alas, y que te llevaba volando hasta donde estaba tu mami, la abuela Asun.
– Me parece increíble, cariño, así es imposible tener pesadillas.
– ¿Ves, mami? Hazme un favor, ten una pesadilla esta noche y luego me la cuentas mañana para que yo te la solucione. Pero no llores cuando la tengas que me asustaría. Sólo cuéntamela mañana, vale?
– Yo ya no tengo pesadillas, amor.
– ¿Y por qué no?
– Pues porque soy tan feliz contigo que no hay cabida en mis sueños para las pesadillas.
– Ah, también es verdad
– Pero descuida, que si algún día me asusta algo te lo contaré para que me lo soluciones como mago que eres.
– Gracias, mami.
– Gracias a ti, amor.
Pura poesía. Y así, sin más. Después de un día feliz.
Pepa
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