Resiliencia

20 febrero 2013

«Érase una vez una ardilla que intentaba subirse a la copa de un árbol, pero como el árbol era muy alto le costaba mucho, mucho, meses y años….(silencio)…pero al final lo consiguió, y llegó a la copa, y se asomó y vio que el mundo era bonito y estaba lleno de otros animales»

Ésta es la historia que mi hijo narró como parte de una evaluación neurológica que le han hecho en el Centro Neocortex (no olvidéis este nombre) y en la que han descubierto finalmente por qué le costaban tanto los deberes. Nada que ver con lo esperado, ni con su actitud, ni con su capacidad: los ojos, el oido, la coordinación motora..las vias de entrada al aprendizaje en los primeros años: las grandes olvidadas, las que pasan desapercibidas, las que no puedes ni imaginar. Ni tú ni la escuela.

Así que desde el lunes hacemos un programa diario de tratamiento de seis meses y luego le volverán a evaluar. En principio las dificultades habrán desaparecido. Él está contento porque sabe para qué lo hacemos y la posibilidad de que el cole no le cueste le parece maravillosa y porque son todo ejercicios físicos (cuando la neuróloga le dijo que le iba a poner unos ejercicios dijo gritando «¡Pero no voy a hacer ninguna ficha más!» y la neuróloga sabiamente le contestó «te lo prometo José, te prometo que no te voy a poner fichas»). Además de que uno de los ejercicios es colgarse de una barra que hemos puesto en casa y eso le parece lo más emocionante. Empezó sin poder aguantar ni 7 segundos en la barra, hoy ha contado hasta 32.

Tres días después de empezar el tratamiento:
Mamá, quiero sacar un diez en un examen, sólo por una vez, pero quiero hacerlo.

Conversaciones de esta semana en el cole de su profe con mi hijo:
Dime una cosa que te guste del cole- le pregunta la profesora a cada niño.
-Tú
-contesta él.

(algo más tarde, haciendo un ejercicio)
-¿A qué cosas le tienes miedo?
-A nada
-Pero no puede ser, todos tenemos miedo a algo
-Yo no
-Ni a esto, ni a esto..
(para variar tienen una ficha, pero hoy va sobre los miedos, un listado de cosas a las que pueden tener miedo, tienen que señalarlas, escribirlas debajo y decir una estrategia que usan para afrontarlo). José repasa el listado con la profe, y sigue diciendo «a nada«.
Bueno, quizá a veces algo a la oscuridad-añade finalmente.
-¿Y qué haces?
-Dormirme

Hoy por la noche:
¿Qué ha sido lo mejor del día?
-Estar en el cole
-¿Y lo peor?
-Hoy no ha habido nada malo
-¿Y algo bueno que hayas hecho por otra persona hoy?
-Ayudar a Carmen con sus deberes en el recreo. ¡Me los sabía, mamá, y la he ayudado!

No tengo palabras para describir la valentía de mi hijo. Así que por esta noche le he robado las suyas.

Otro día, si encuentro mis propias palabras, escribiré sobre el desgarro que provoca el dolor de los hijos.

Pepa

5 comentarios a “Resiliencia”

  1. ¡qué orgullosa estoy de mi sobrino! algún día, en un abrazo, me lo comeré de verdad a besos. Y de su mamá.

  2. Hola Pepa

    No se si sabras quien soy.
    Pero solo queria decirte que un texto impresionante.
    La resiliencia es una capacidad muy sorprendente que cuando se desarrolla, los resultados son grandes personas emocionalmente hablando.

    Un saludo

    Inma

  3. Yo se lo he dicho siempre a mis hijos: cuando ellos sufren, yo sufro el doble. Pero cuando ellos son felices ¡YO TAMBIÉN SOY DOBLEMENTE FELIZ! Y tú, con esta criatura sabia, vas a tener muchos momentos de felicidad DOBLE. Al tiempo, Pepa.

  4. TiaAnna, yo también estoy orgullosa 😉 más de lo que sé expresar.
    Isabel, la siguiente palabra a amar que me suscita mi hijo es agradecimiento. Nunca pensé que podría ser tan feliz, estructuralmente feliz.
    Inma, claro que sé quién eres y gracias por tus comentarios y por vuestro trabajo, para mucha gente es esencial.
    Gracias!
    Pepa

  5. Hola Pepa. Continuo fiel a tus publicaciones y siempre encuentro algo que logra impactar en mi. Muchas de esas veces logro callar a esa niña que llevo dentro y que vivió de una forma una infancia que no ha podido vuir de tra manera.
    Una infancia llena de inseguridades y desconfianzas. Una infancia que requiere de una adulta responsable, que es la mujer que yo Fátima soy hoy. Aquí y ahora. Comprendo el valor del amor en la infancia, de la confianza de la autoridad y del espacio, propio, protegido, conocido.
    Esa Fatima que soy yo en esencia. Que retoma aquello para extender un cuento sobre el que forjarse, comprenderse y explorar se.
    El camino empieza ahí, en esa primera etapa, no hemos de olvidar salir de ella, en todos los sentido, con todo lo aprendido dispuestos/as a desaprender aquello que limita nuestros caminos.
    Las limitaciones de aquellos contextos, los hábitos y comportamientos que sólo valían entonces y que con los años, se aceptan, aman y pulen.
    Dar color a la vida pasa por dar luz a la primera etapa, comprenderla, aceptarla y sobre todo vivr con ella.
    Un abrazo, y gracias por continuar aportando tanto conocimiento.

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