Ligereza
Llevo ya un tiempo en que cuando me preguntan cómo estoy contesto: «ligera». Y es que no encuentro otra palabra para definir lo que me está ocurriendo en los últimos tiempos. Esa sensación hermosa de no tener pesos sobre los hombros, de caminar sin peso, estar descansada, sentirme libre y volver a conectar conmigo. Y los verbos son importantes, porque una cosa es ser libre y otra sentirte así; tener responsabilidades no es lo mismo que sentir el peso en los hombros y volver a conectar es porque durante un tiempo no lo he estado.
A raiz de la publicación de este artículo «Definiendo la consciencia» (os lo adjunto aquí para quienes leéis este blog y no el de Espirales, porque creo que os gustará leerlo) un amigo que quiero me propuso que debería escribir algo así como el «Diccionario de Pepa», igual que hice con «Metáforas para la consciencia» donde incluí las imágenes con las que trabajo, pues hacer algo similar con los conceptos. Me pareció una idea genial que en algún momento que logre el espacio suficiente, trataré de que tome forma. Y sin duda una de las palabras de ese diccionario sería la de hoy: ligereza.
Porque la ligereza tiene que ver con la fluidez y con la confianza. Con el movimiento y con el viaje. Con soltar y no aferrarse. Con el equipaje interno. Con la cosecha. Con la gratitud.
He pasado dos años muy difíciles, no necesariamente malos, pero extraordinariamente densos. Lo han sido para el mundo entero, pero también para mí. Hubo momentos en donde pensé que no me llegarian las fuerzas por el cansancio, la duda y el temblor (perdón, no me resisto a contaros que mientras escribo está saliendo el sol y llega a mi cara por el maravilloso ventanal de mi salón, qué privilegio! os dejo una foto que he hecho antes de empezar a escribir, antes de que saliera).
Desde niña he tenido una certeza y es que la vida nunca me ha dejado caer. Cuando me han llegado momentos de sufrimiento, siempre la vida me ha dado lo que necesitaba para atravesarlos, casi siempre en forma de una red de gente amada que me/nos sostuvo, otras veces en forma de acontecimientos inesperados o de regalos imposibles de prever. Y al final las cosas han salido. Casi siempre diferentes a lo que pensaba, y casi siempre mejores. No digo que el dolor compense, ni que tenga sentido, ni nada de eso porque para mí confiar sigue siendo convivir con las preguntas sin respuesta. Hay cosas para las que no hay respuesta, al menos no aquí y ahora. Pero el hecho es que no me han dejado caer.
Y con el paso de los años eso ha ido creando en mí una confianza básica en la vida, una sensación muy potente y difícil de explicar pero que está detrás de las mejores decisiones que he tomado en mi vida que son justamente las que la gente a mi alrededor pensó en su momento que eran locuras, o al menos, que tenían mucho de locura, como adoptar a mi hijo, dejar el trabajo en Save o venirnos a vivir a Palma, incluso otras mucho más tempranas como irme a estudiar fuera de casa de mis padres o renunciar a un doctorado en USA para cuidar a mi padre hasta su muerte. Las decisiones aparentemente más locas han sido sin duda las mejores que he tomado en mi vida.
Pero esa confianza básica ha habido momentos que ha sido una trinchera, una fortaleza desde la que resistir. Han sido tiempos de confiar contra toda razón, de sobrevivir. Sin embargo, hay otros momentos, preciados, preciosos, increíbles, como el que estoy viviendo ahora en los que la confianza nace sola, fácil, fluida, obvia. Porque me siento ligera.
Hace años en mis viajes por el sudeste asiático me enseñaron una expresión que se dice mucho allí que decía «Mekong always flows and flows in the same direction», «El Mekong siempre fluye y fluye en la misma dirección». Puedes intentar parar el agua, el tiempo, el aire y será inútil. No funcionará y acabarás extenuada. Puedes tratar de nadar contra corriente, pero al final la vida siempre es más fuerte que nosotros. Siempre. Así que se trata de navegar con la corriente, surfear las olas cuando llegan, y confiar.
Mi hijo va a cumplir 15 años el mes que viene y este verano cerró su infancia. Se está convirtiendo en un hombre hermoso, listo como él solo, divertido y consciente. Y sobre todo, en un hombre bueno, tierno y empático. Y yo lo veo y se me llena el pecho de orgullo. El verano ha tenido algo de iniciático para los dos, porque me permitió darme cuenta del cambio, y empezar a soltarle. Confiar de nuevo, pero esta vez en él. En él y en el amor y la consciencia que he puesto estos últimos 14 años en su crianza. El trabajo está hecho. Ahora ya sólo toca flotar alrededor y callarse, como escribí hace un tiempo. Porque de eso va la adolescencia para mí: de flotar para poder hacer de pared cuando toca y de callarse. Y al soltarle estoy recuperando mi vida personal, saliendo de nuevo a cenar, a bailar, no correr en los viajes para volver a tiempo de decirle buenas noches, ni en las comidas para llegar antes de que vuelva a casa del cole, permitirme estar sin prisa. Y él me sonríe y me dice: «pasalo bien, mamá».
Así que eso voy a hacer: pasarlo bien. Con él y sin él. Sola y acompañada. Disfrutar, recuperar mis tiempos, mis sentidos y seguir fluyendo en el río sabiendo que el hilo de amor que nos úne no se romperá jamás pero que ya no necesita mi presencia y que me toca confiar en lo sembrado y dejarle probar, errar y gozar. A ratos se me da genial, a ratos me vuelve la madre del niño. A ratos logro callar y a ratos me encuentro hablando cuando no debo. Pero el cambio no tiene vuelta atrás. Él está bien y yo estoy bien. La vida nos ha cuidado, nos ha sostenido en el fluir del río. Y empiezo a intuir una nueva etapa de la vida que tomará forma definitiva cuando dentro de unos años él se vaya a estudiar fuera. Y no me da ninguna pena, muy al contrario, me hace sentir paz y una inmensa, inmensa gratitud.
Pero soltar es todo un aprendizaje. Como lo es perder. Como lo es la vulnerabilidad y la pequeñez. Estoy en ello 😉
La ligereza me da paz. Me abre el alma. Y me hace sonreír más de lo habitual 😉
Abrazo,
Pepa
Pepa, desde que te conozco siempre has sido una sonrisa. Una sonrisa para la vida, para el corazón y para quienes estás en nuestras vidas.
Sonreir es tan fácil a tu lado, Carmen!
Tq,
Pepa
Esa ligereza es parte de la vida que te llega cuando los que te rodean lo permiten ya que son sanos y te quieren
Es el amor que nos sostiene en uno y otro lado y el proceso personal de consciencia.
Abrazo, Jorge.
Pepa
Me gusta todo lo tuyo, Pepa. Qué gran labor haces. Sigue así.
Te quiero mucho, Maria Luisa, y soy afortunada de teneros abrazo