Decir adiós
Nunca he sido buena en las despedidas. En ellas topo de lleno con la Pepa niña que sigue soñando con un mundo ideal en el que no haya que elegir. Esa parte niña que todos llevamos dentro. Porque al final una despedida es una opción. Cuando te vas, es porque eliges estar en otra parte. Cuando te quedas, es porque decides no irte a otro lugar o con otra persona. El porqué es infinito, hay tantas posibilidades como vidas, y no me caben aquí. Pero al final se trata de elegir.
Así que cuando llega ese momento, cuando tengo que mirar a los ojos a alguien que amo y decir adiós, mis tripas empiezan a retorcerse y la Pepa niña empieza a imaginar todo tipo de estrategias, modos y maneras de convertir lo imposible en real, de seguir manteniendo el vínculo, de no decir adiós. Y la Pepa adulta tiene que acarciarse el estómago con compasión y decirse una y otra vez la frase de mi tía «esto también pasará». Y esperar.
Esperar. Un verbo que esconde dentro de sí todo un universo. Mi talón de aquiles. Lo que más me cuesta. Esperar. Soy una persona rápida, comunicativa y de acción, así que se me da bien «hacer», «decir» y «sentir», pero ¿»no hacer» y «no decir»? Uf, ésa ya es otra historia. Me costó mucho trabajo personal llegar a entender que no hacer y no decir es también una forma de hacer y decir, aunque suene a trabalenguas. Ahora lo sé. Pero me sigue costando.
Soy aún más consciente de mis dificultades para decir adiós desde que soy madre. Nuestros hijos muchas veces reflejan lo que nosotros somos, nos hacen de espejo implacable en el que hay que aprender a mirarse con compasión pero sin excusas. Y mi hijo tiene también un problema con las despedidas. En las bienvenidas es fantástico, abraza, besa, es tierno..pero cuando llega la hora de despedirse a veces se enfada, o hace como que no está pasando. Se quiere ir de los sitios sin despedirse y sin dar un abrazo, sobre todo cuando se trata de gente a la que ama y con la que lo estaba gozando, cuando de verdad no quiere irse del lugar.
Y yo siempre le digo que las despedidas son importantes, que no hay que obviarlas aunque duelan, que el amor que entregas y recibes en ese momento te alimenta, a veces durante más tiempo del que podemos imaginar, a veces una vida entera. Pero le veo retorcerse en sus tripas, igual que yo me retuerzo en las mías. A veces me he enfadado con él por las situaciones que genera, o porque se enfade conmigo cuando nos vamos. Pero casi siempre veo su dolor. Y entonces le acojo, le consuelo, porque él siempre llora o lo expresa, pero cuando ya nos hemos ido, cuando ya vamos en el coche o estamos a solas. Como aquél que grita en una moto cuando ya nadie puede oírle. Pues mi hijo lo hace conmigo, cuando ya nadie más puede escucharle. Y yo le abrazo, y me digo para mis adentros lo que duele decir adiós.
Y los peores adioses son los unidireccionales. Aquellos que no eliges, sino que te vienen impuestos. La vida lo hace cuando muere alguien que amamos. No pregunta, no cuestiona, sólo se impone en su finitud, en su apabullante y estremecedora realidad. Y ahí más que nunca la diferencia entre haber podido despedirse o no marca un abismo. O cuando alguien que amamos nos abandona. Decide por ti. Y ahí no te queda otra que aceptar y seguir viviendo. Porque sus opciones implican renuncias que te afectan, pero que no has elegido. Pero conforme voy viviendo, cada vez intuyo más que de esas hay pocas. Que para cuando alguien se va, hubo varios adioses previos en los que sí hubo opción, que las historias se comienzan a romper mucho antes de que alguien diga adiós, y en ese proceso las dos personas optaron.
Porque al final, como hablaba con una amiga anoche en una maravillosa terraza del centro de madrid, decir adiós también implica valentía. Y cada vez tengo más la sensación de que en nuestro mundo casi siempre el miedo vence al amor. Salvo cuando ese amor es de verdad. Entonces las personas saltan precipicios, auténticos abismos que les aterran. Lo hacen porque saben que una parte de su alma va en ello. Como lo hace un padre o una madre por su hijo, lo hacemos por nuestras parejas o por nosotros mismos.
Hay una escena que yo siempre recuerdo de la peli de «Sentido y sensibilidad» cuando ambas hermanas hablan después de averiguar la historia sobre por qué el novio de la primera le ha abandonado para casarse con otra. La hermana «sensata» le dice «Pero al menos puedes estar segura de que te amaba» y ella se gira y le contesta tranquila «pero no lo suficiente».
Así que como dice una amiga mía, se trata de «desear con intensidad». De amar lo suficiente. De saltar al vacío, sea cual sea, el vacío puede ser quedarse en la propia vida reelegida desde el amor o puede ser apostar por el amor que te abre nuevos horizontes y te hace sentir viva. Sea cual sea el vértigo, la vida nos la jugamos en cada salto. Porque si no saltas, el momento pasa y uno se queda asustado y aterido al borde del precipicio, sin saber si la vida del otro lado hubiera sido mejor.
Porque se elige siempre. Sea desde el amor, o desde el miedo. Y cuando eliges, toca decir adiós.
Pepa
Que bien se entienden los sentimientos cuando los transformas en palabras… Eres una persona tremendamente valiente y sé que cuando te tropieces con el precipicio adecuado, cuando te toque dar el salto, sin ninguna duda, lo darás.
Gracias por escribir.
Gracias de corazón, Noe. Gracias por creer en mí 😉
Pepa
Gracias!por este post.que dificil es no dejarse llevar por el miedo a lo desconocido y la «tranquilidad»de lo conocido.
Ay, Mariluz! Y tan difícil! Es la tentación permanente, la salida fácil 😉
Un abrazo grande,
Pepa
Hola Pepa
Cuando tengo tiempo te leo tus post.
Me encanta tus razonamientos y como lo expresas.
Espero tener la oportunidad mas adelante de poder charlar contigo personalmente.
Gracias por conpartir de la forma que lo haces.
Inma
Gracias, Inma. Por leerme y por tu trabajo. Cuando quieras hablamos.
Un abrazo grande,
Pepa
Gracias Pepa, por poner palabras a los sentimientos, empatizas fenomenal. Totalmente de acuerdo, es necesario ser valiente aunque duela, aunque nos de miedo, aunque sepamos que tenemos un trabajo personal detrás y delante que nos llevará un tiempo. Vivir intensamente es la única forma que yo he encontrado de darle sentido a la vida, como dice Mafalda, se trata de vivir despeinada.
Gracias de nuevo por tus palabras. Un abrazo.
Querida mia, tus palabras llegan a lo mas profundo del alma en estos momentos de despedida. Cada adios es un comienzo, es el fluir de la vida, donde se entrecruzan miedo y amor. Lo mas dificil es la elección cuando no se escucha la hondura de donde fluye el sentimiento. Esa es tu valentía, la conección con esa parte interior donde muchas veces no es facil entrar. Buen comienzo!!!!!
Un inmenso abrazo TQM