Amar y proteger

21 febrero 2012
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Llevo un tiempo siendo consciente de una diferencia que, poco a poco, crece en valor ante mis ojos. Por eso quiero compartirla, justo después de un fin de semana donde mi familia me la ha recordado desde sus propios ojos: la diferencia entre amar y proteger.

He comprendido que se puede amar a alguien con locura y al mismo tiempo no saber o no poder protegerle del daño. Pasa en parte porque tu propio dolor te impide ver ese daño, en parte porque no puedes ni imaginarlo, en parte porque no pones consciencia sobre ese daño. Y al contrario igual, se puede proteger al extremo a un niño y nunca llegar a amarlo, sino hacerlo porque es tu obligación.

Es posible crecer sintiéndose amada y al mismo tiempo desprotegida. Eso te lleva a vivir con miedo, siempre alerta, hasta el extremo de hacerlo insconscientemente, de forma natural. Construyes una vida desde el control, desde la soledad, desde el miedo a pedir ayuda y el convencimiento de que debes salir sola adelante. Derrumbar ese convencimiento es una tarea difícil. Aprender a mostrar tu vulnerabilidad, tu humanidad, a decir «no sé» o «ayúdame» lleva un tiempo, y a veces se te puede pasar la vida sin lograrlo. Encuentras tus muletas, tus ayudas, tus trucos que te dieron seguridad y al mismo tiempo se vuelven una trampa, porque deshacerte de ellas te enfrenta de nuevo a la soledad, y al miedo.

Proteger conlleva una consciencia, una opción. Hay que mantener los ojos abiertos, el corazón listo y receptivo, escuchar y mirar muchas más horas de las que hablas, estar presente horas sin límite. No caer en la tentación de crear a su alrededor esa burbuja que necesitas para calmar tu ansiedad, pero que deja a nuestros hijos más a la intemperie si cabe. Aprender a dejarles caer pero estar cerca para que puedan levantarse, enseñarles a contactar con su propia historia personal, con sus propias «tripas» para que puedan reconocer y diferenciar las emociones, y legitimar las sensaciones corporales que les van a guiar cuando todo lo demás parezca confuso.

La paradoja es que para poder proteger a nuestros hijos debemos ser capaces de no tener miedo de nosotros mismos, de nuestras emociones, de nuestra impotencia, nuestra debilidad y nuestro ser a la intemperie. Y no todos queremos hacerlo. Al menos no siempre.

No basta con amar. Hay que hacer algo más, y ese algo comienza por nuestro interior, nuestra historia, nuestros miedos, nuestros dolores.

Porque al final descubres que sólo puedes enseñar a tu hijo a ser feliz siéndolo tú. Porque educas en lo que vives, y si no conoces la felicidad, la confianza o y el amor, no puedes darlos. Por eso la mejor inversión de amor es sanar tu propia historia para ser feliz. Porque siéndolo tu hijo aprenderá esa felicidad de ti.

Para mí estos meses están siendo una parada en el camino, un pasar página, un nuevo comienzo. El nuevo comienzo al que me llevó el camino que me hizo emprender mi hijo. Un camino de amor.

Pepa

Un comentario a “Amar y proteger”

  1. totalmente de acuerdo, a los niños les transmites cómo te sientes y lo absorben como esponjas.

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