Amada

11 octubre 2015
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Recrearse, tejer redes nuevas, dejar que mi alma vaya anidando en nuestra isla, y llegar a tener una cierta sensación de rutina, bendita rutina! Muchas tareas del alma, de la mía y de la de mi hijo, por no hablar de las otras tareas, las del mundo, el trabajo y la logística.

Cada vez que alguien me pregunta que tal en Mallorca se me pone cara de boba, la misma que tengo por las mañanas en el desayuno, o al volver a casa o al recoger a mi hijo en el cole. Todo es nuevo, y diferente. ¡Y cuánto me cuesta no adelantar procesos, no intentar saltarme pasos, no acelerar caminos! Pero no funciona. El alma tiene sus tiempos.

Esta semana por fin hemos tenido sensación de hogar, de rutina, de horarios, de cotidianidad. Pero, aún así, nos están llegando tantos regalos que no me queda otro que arrobarme.

Desde los pequeños grandes detalles como los amaneceres y los cielos increíbles de cada mañana. Esa luz que me trajo a este rincón junto al mar. O nuestras compañeras de camino al cole, la madre y la hija con las que compartimos desplazamientos y que han llegado como presencia amorosa y auténtica a nuestras vidas, convirtiendo el camino diario en risa continua y las mañanas que no me toca subir a mi en desayunos plácidos en mi terraza frente al mar.

Sobre el cole podría escribir y no parar. Un cole que casi no parece un cole si no fuera porque es lo que siempre creí que podría o desearía que fuera cada cole. Lo creí y lo sigo creyendo. No es perfecto porque es humano, pero está lleno de regalos cotidianos: el bosque, el huerto, la cocina, los telares..pero sobre todo la consciencia hacia los niños, cada gesto de los educadores, el silencio lleno de música y risas, las caricias, la creatividad en las metodologías (enseñar a multiplicar con los sonidos de los pájaros, sólo por mencionar alguna). Que mi hijo haya pasado de salir corriendo y chillando del cole a salir caminando, abrazarte y decirte «hola mami». Y eso que le queda mucho camino por recorrer antes de anidar su espacio de forma armónica.

Y desde el cole, desde mi trabajo, y los amigos que ya teníamos aquí, el inmenso regalo de hogares que nos acogen, paseos en patinete, terrazas para ver estrellas fugaces, escapadas mañaneras a calas perdidas o tardes en casas en el campo. Una red de gente amada que se hace presente, cuidándonos con un mimo que a mi me conmueve.

Pero no es sólo lo que llega de nuevo, de inesperado, de conmovedor. Sino las presencias amadas que se hacen presentes. La semana pasada fuimos a Madrid por primera vez en casi cuatro meses. Y fue toda una experiencia. Fueron cinco días con una mochila para dormir en diferentes casas y ver así a toda la gente amada que fuimos capaces de ver, además de dar dos cursos, tener una reunión de espirales y presentar los cuentos. Fue como si no nos hubiéramos ido al estar con la gente y al mismo tiempo sentirnos ya fuera por la logística. Nos sucedió algo importante a los dos, a mi hijo y a mi. Yo me sentí fuera de Madrid, todo lo bien que me sentí con la gente que por momentos era como si nunca me hubiera ido, me sentí ajena a la ciudad. Los ritmos, las distancias, el ruido, la agresividad que también era la mía hasta hace bien poco, me parecieron mucho más duras. Comprobé una vez mas como cuando vives en un lugar, te haces al lugar y sus maneras y llegas a acostumbrarte tanto que casi no lo percibes. Hasta que sales de allí, y vives cosas diferentes y vuelves, y miras lo mismo con ojos diferentes. Me ha pasado varias veces en mi vida, con Zaragoza donde vivi dieciocho años, cuando deje mi trabajo en Save the children después de once años, y ahora con Madrid, entre otras.

Pero lo de mi hijo me asombró. Hizo un intensivo de amiguitos de Madrid, y fue feliz. Y yo estaba algo preocupada por la vuelta, por si le daba la nostalgia, por si se desajustaba. Y fue todo lo contrario. Ha sido como si ver que su gente seguía allí le diera seguridad y al mismo tiempo pudiera comparar también las dos vidas. No sé lo que fue, pero al volver el ansia que ha tenido durante estos meses, la aceleración desapareció. Esta sencillamente radiante.

Cuando me fui de Zaragoza a vivir a Madrid comencé una costumbre que no deje durante todos estos años, que fue la de ir de visita al menos una vez al mes. Los primeros años con las enfermedades de mis padres fueron muchas mas veces, y luego cuando fallecieron la gente me decía «dejarás de venir». Pero no fue así, tenía a mi familia y a mis amigos, y los kilómetros se convertían en un precio que no me importaba pagar con tal de verles, abrazarles y mantener el vínculo. Cuando llego mi hijo le incorporé a los viajes, y logré que el sintiera Zaragoza también como parte de su vida y de su alma. Con el cambiaron los ritmos, obviamente, y la reciprocidad pasó a ser necesaria, pero funciono.

Pues ahora con Madrid me reafirmo de nuevo en ese ritual. Ir es importante, mantener los hilos para que se hagan más sólidos si cabe, más profundos, en distintos escenarios, pero con igual profundidad. Es toda una apuesta de vida, que no sé si podré mantener en el tiempo, pero este viaje y sus efectos en mi hijo me ha recordado que tocar a las personas que amas, abrazarlos, mirarlos a la cara, besarlos, sirve de alimento para el alma, estés donde estés. Y que con ese alimento puedes volar. Siempre recuerdo cuando vivían mis padres y volvía a pasar un fin de semana a casa me esperaban siempre en la puerta y me abrazaban. Siempre salían a recibirte y, mi madre especialmente, solía abrazarme muy largo y luego me decía «ya tienes tu dosis de mimos para el mes». Yo tenía dieciocho años pero nunca olvide como me sentía en aquellos abrazos. Porque es verdad, una buena dosis de mimos te da fuerzas para volar lejísimos.

Y no quiero acabar sin contar algo muy especial que paso en la presentación de los cuentos en Madrid. En realidad todo el acto fue especial, Belén y Fidel con sus intervenciones, la gente que asistió, ¡tanta gente y tan amada!, las anécdotas de la gente que esta ya usando los cuentos con sus hijos, sus nietos o en las aulas (segun me contaron, mis amigas educadoras infantiles, cómo no, andan haciendo que sus niños se acaricien sus pensamientos en la cabeza cuando se ponen nerviosos siguiendo mi cuento de «El mago de los pensamientos» y parece que les funciona tan bien que los niños de sus clases quieren acariciar los de otras maestras porque dicen que gritan mucho y que deben estar muy nerviosas y necesitarlo como ellos ;-)).

Pero mi hijo puso el broche de oro. Al principio el y  sus amiguitos complicaron bastante el acto, porque seis niños de entre cinco y ocho años corriendo y subiendo al estrado y bajando dieron al acto un toque caótico por otro lado muy propio de la presentación de unos cuentos para niños 😉 pero que a mi me obligó a un esfuerzo de contención importante para no dar un bufido a José en algunos momentos. Pero cuando llego el turno de preguntas y José se había subido al estrado conmigo, hubo el siguiente diálogo entre José y uno de las personas del público:

– Yo te quiero hacer una pregunta a ti, José.

– ¿A mi?

– Si, a ti.

– Ah, vale.

– ¿Tú cómo te sientes al tener una madre que escribe cuentos, que habla en público, que ayuda a la gente..?

– (breve silencio) amado.

Asi. No dijo más. «Amado». Y entonces se hizo un murmullo en la sala conmovido, y yo lo abracé y dije «¿veis? Luego va y da estas contestaciones y es casi imposible no perdonarle todo lo demás». Risas generalizadas.

Así que supongo que eso es lo que quiero decir en el fondo después de todo lo que llevo escrito, que me siento amada en esta nueva vida, por los que ya estaban y por los que están llegando. AMADA.

Y os dejo por si os apetece verlo un vídeo de dos minutos que me grabaron para la difusión de los cuentos. Es bonito y sobre todo, está lleno de amor, el de quien lo grabó  y el mío.

Pepa

4 comentarios a “Amada”

  1. Buen dia Pepa: he estado revisando tus escritos y obras y encuentro un valor inmenso en tu labor.

    Mi nombre es Hector Arenas y trabajo en Colombia con niñez y adolescencia.

    Sería formidable tener la oportunidad de contar con tu presencia en Bogotá el año que viene.

    Por favor dime si es posible. Buscaría los recursos necesarios para cubrir tu viaje y estadía, y tus honorarios en caso de que estuviesen en el rango de lo que pueda reunir.

    Un cordial saludo.

    Héctor Arenas
    Asesor Niñez y adolescencia
    ICBF

  2. Querido Héctor,
    Gracias por tu comentario, y en principio estaría encantada de ir a Colombia si podemos cuadrarlo. Te escribo un mail al respecto. Amo esa tierra, tengo grandes amigos allí y algunas vivencias de alma inolvidables.
    Te escribo y gracias,
    Pepa

  3. Sólo decirte, Pepa, que siempre me conmueve leerte. Ojalá pueda verte pronto. Ha sido toda una suerte tener una profe como tú.
    Un abrazo inmenso desde desde el norte.

  4. Ay Pepa. Cuanto aprendo de ti…los tiempos del alma..el ritmo de vida nuestro y de nuestros hijos y como adaptarlo y respetarlo. Cuando hablas de tus vivencias en Mallorca casi puedo tocar esos amaneceres y sentir tu calma. Y José
    …todo un campeón de las palabras acertadas, como su madre. Besos a los dos

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