La segunda parte de mi vida

25 febrero 2023

No sé si es la segunda, o la cuarta según lo mire, o la continuidad de la tercera si pienso en los cambios geográficos que he hecho en mi vida (18 años en Zaragoza, 24 en Madrid y 8 en Mallorca). No sé qué número de parte es la que voy empezando y no es lo que importa. Lo que sí sé es que este año está siendo un año de mirar hacia dentro, de tomar perspectiva sobre mi vida y de puntos y aparte. Y todos los cierres conllevan nuevos comienzos.

La primera parte de mi vida ha tenido mucho, muchísimo que ver con cuidar. Cuidé a mi madre en su enfermedad hasta su muerte a mis 20 años. Y, poco más de un año después, empezó el cuidado de mi padre hasta su muerte, cuando había cumplido los 31. Tres años después llegó mi hijo, al que he cuidado durante los últimos 16 años de nuestras vidas. Elegí un trabajo que tiene todo que ver con el cuidar a personas que sufren. Y he cuidado y acompañado a las personas que he amado y amo a lo largo de toda mi vida.

Si tuviera que elegir un regalo que he tenido en mi vida sería justo el amor que hay detrás del cuidado que acabo de nombrar. Lo he dicho alguna vez ya, aprendí más de mis padres si cabe en su enfermedad y su muerte que en su vida. Su manera de afrontar el dolor, su dignidad, su alegría y a veces su desgarro. En cuanto a la maternidad, ser madre de mi hijo José ha sido sin duda la experiencia más radical que he tenido en mi vida. Radical en el sentido de transformadora, de generadora de cambios. La Pepa que existía antes de que él llegara a mi vida ya no existe, soy otra persona y soy mejor persona gracias a él. Y la red de amor que he creado a lo largo de los años, que me ha sostenido, cuidado y acompañado toda mi vida me hace sentirme amada cada día. Y el cuidado que he asumido en mi trabajo me ha dado el privilegio de sentir que trabajo en algo con sentido, en algo que merece la pena y eso no tiene precio.

Pero algo muy íntimo dentro de mí sabe que la segunda parte de mi vida tiene que ver con dejar de cuidar. Veo a mis amigos que están llegando a ese momento de la vida en la que toca cuidar a los hijos y a los padres ancianos al mismo tiempo, eso que sucede cuando la vida sigue el patrón más habitual. Los veo agotados, cansados y asustados y me recuerdo así en mi adolescencia, cuando no tocaba, cuando aquel cuidado para el que no estaba preparada dejó huella dentro de mí. Perder a nuestros padres es quedarse huérfano, tengas la edad que tengas. Da igual que tengas 20 o 50, para ese dolor no hay parangón, no hay palabras que lo definan. Sólo con el tiempo aprendes que el amor es más fuerte que la muerte y que siguen en ti. Y aprendes a vivir con el dolor de no poderlos abrazar. Pero la huella sí es diferente a los 20 que a los 50 y lo que seguro cambia son esos treinta años que caben en medio, donde hubieras querido tenerlos a tu lado y donde no tenerlos marca una forma de vivir y de afrontar la vida diferente. Ahora que llego a la edad a la que en la mayoría de los casos toca ver envejecer, enfermar y morir a los padres, pongo en perspectiva mi vida, el miedo de aquella Pepa de catorce años que vio enfermar a su madre. La miro, la reconozco y la abrazo más que nunca. Y eso que tuve la fortuna de que dejaran legatarios de su amor y de su cuidado hacia nosotros que permanecieron fieles a ese compromiso durante todos estos años: mi padrino y su mujer, mi tía Carmina y mi tío Miguel, mi segunda madre Aurora, Fernando y Javier.

Este año, si la vida no tiene otros planes, José se irá a estudiar fuera. Y con su salida de casa nuestra relación entrará en otra etapa, de hecho ya está ocurriendo ese cambio este año. Lo seguiré cuidando pero de otra forma. Y tocará dejarle hacerse adulto, crecer  y separarse aún sabiendo que la intimidad y la ternura permanecerán. Se acabaron las noches sin dormir, el volver corriendo de los viajes a última hora de la noche para poder estar cuando se despertara, las logísticas miles (la maternidad, lo digo siempre, es amor y logística), las planificaciones que había que cambiar y adaptar mil veces, las lavadoras, los deberes… y podría seguir. Se acabaron muchas cosas hacia una relación desde la intimidad, no desde la necesidad de cuidado. Siempre seré su madre, y nuestra relación siempre será un vínculo vertical (no horizontal). Lo será hasta que me muera e incluso después. Pero será de otra forma. Sin el cuidado cotidiano.

El trabajo sigue implicando cuidar, pero hace muchos años que aprendí a colocarlo en su lugar, esa fue la parte fácil aunque nadie me creyera al principio. Mis vacaciones, mis excedencias, mi agenda loca que me permite llevar una vida placentera… fue todo un ejercicio de consciencia. Como lo fue aprender a cuidar a mis amigos de otra forma, a que mi paz interior no se fuera con ellos, a que las pérdidas o las preocupaciones fueran parte de la vida sin generar angustia. Estar presente, seguir a su lado a mi forma, que es sólo mía, y sentirme orgullosa de mi forma de querer y dejar de excusarme por ella. Sobre todo cuando veo la increíble red de amor que esa forma mía de querer ha generado y cuando me siento bendecida y abrumada de la cantidad de amor que he recibido en reciprocidad por lo dado.

Así que afronto mis cincuenta y este comienzo de esa segunda parte de mi vida sabiendo que no habrá nadie a quien cuidar de forma cotidiana salvo a mí misma. La conquista del auto cuidado, que tiene que ver con dos palabras clave: descanso y placer. Mi vida ha bajado de ritmo (la roqueta ha ayudado también en eso, ya lo dije en mi última entrada), sigue siendo muy rápida para muchos pero a mí me gusta el ritmo que llevo ahora. Y el bajar el ritmo ha traído descanso a mi alma. Porque viéndolo en perspectiva, si ahora tuviera a mi Pepa de doce años delante sólo habría una cosa que le diría sabiendo lo que sé ahora. Le diría «no hace falta que te esfuerces tanto». Toca descansar y caminar lento. Estoy en ello, sigue siendo un aprendizaje para mí.

Y sobre el placer…qué decir! Quiero llenar la segunda parte de mi vida de mucho más placer. Siempre he sido una disfrutona, probablemente la capacidad de gozo que aprendí de mis padres me salvó más veces de las que fui consciente. Ya hice mi listado de cosas que me gustan hace un tiempo. Me gusta bañarme en el mar, reír, ver amanecer y atardecer, bailar y cantar desentonando, las pelis buenas, viajar, cuánto me gusta viajar!, sentarme al sol un día de invierno, un café con amigos y por encima de todo, conversar. Pero demasiado a menudo sacrifiqué el placer por el deber. Y ésa es mi otra tarea para esta segunda parte de mi vida. No quiero más deberes. Tengo la suerte de que el trabajo para mí no es un deber, pero hay muchas formas de vivirlo que pueden generar deberes internos. Y mi gente amada me conoce, porque hace mucho que logré aprender a mostrar mi vulnerabilidad y mi pequeñez, aunque todavía me salga de vez en cuanto hacerme la fuerte.

He llegado a un momento de mi vida en el que siento que no necesito demostrar nada más. Y desde ahí quiero seguir trabajando, amando y viviendo. Haciendo lo que quiera y crea cada vez. Me sé y me siento amada, me sé y me siento bendecida. Y lo que tenga que venir desde aquí, será siempre regalo.

La perspectiva y la consciencia dan un valor diferente a lo vivido y a lo que me queda por vivir. Eso y una inmensa sensación de gratitud. Como dice la canción: «gracias a la vida, que me ha dado tanto».

Pepa

10 comentarios a “La segunda parte de mi vida”

  1. Bonita reflexión Pepa. Un abrazo fuerte. Alberto

  2. Abrazo compartido, mi querido Alberto.

  3. Leerte en tu sentir es habitar mi ser un poquito más de humildad, consciencia, generosidad y gratitud.Siempre, Pepa.

  4. Qué bonito es hacer el camino contigo, Carmen! Abrazo inmenso

  5. Pepa de mis amores, yo sí q te pongo un deber facilito, q aprovechemos la ausencia física de Jose en la isla para q vengas a visitarme a la tierra de Heidi. Una placentera escapada con paseos maravillosos en los bosques cercanos, repletos de arboles necesitados de abrazos inmensos, como los que tan bien sabes dar.

  6. No me lo perdería por nada del mundo. Agendaremos abrazo!!

  7. Que fácil lo escribís, lo difícil es llevar a cabo lo que la vida nos requiera. Con la ventaja que te llevo(años)recomiendo aprovechar en esta segunda parte,todas las ocasiones que se te pre7senten para abrazaos con quien te agrade y te haga pasar gratos momentos, de esos que te enriquecen VIVIR

  8. Me apunto a todos los abrazos que sean posibles. Te mando uno que atraviese el océano para los dos.

  9. Querida Pepa! Qué lindos pensamientos! Y hermoso ese momento que estás viviendo! A disfrutarlo! Aunque en otro momento, porque todavía tengo a una pequeña que crece a velocidad luz pero todavía requiere de mi cuidado, me siento identificado en muchas de las cosas que dices. Esa frase que traes «la conquista del autocuidado» me resonó mucho. Es como aprender a ser responsables también con el placer. De gozarlo. En mi caso ha venido muy de la mano con la interpretación musical. Espero se nos dé la posibilidad de que pueda visitarte y con gusto, aunque sea por pocos días, compartir contigo esa lista de placeres. Le puedo agregar la música! 😉

  10. Tu música forma parte de mi placer también abrazo trans océanos!

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