Hacer de pared

3 marzo 2021
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Ando volviendo al mundo exterior poco a poco. Es una sensación rara, una vivencia dificil de describir pero compartida con mucha gente en este mundo raro que nos ha tocado vivir. El último año ha sido un año muy denso, muy intenso. Lo ha sido de puertas afuera pero también hacia dentro. Y no sólo por todo lo que ha sucedido en el mundo sino por lo que hemos vivido en casa. Una parte de la vivencia en casa ha sido una lesión extraña que se hizo mi hijo en el tobillo y que después de meses de peripecias hasta llegar a un diagnóstico claro le ha hecho pasar por el quirófano hace unas semanas. Todo fue bien, está genial y nos está sirviendo curiosamente como cierre simbólico de este periodo. La ternura, humor, autonomía y paz con la que lo está viviendo son prueba de ese cierre.

Pero el camino no ha sido nada fácil. La unión de adolescencia, adopción y pandemia es algo que sólo quienes lo hemos vivido y presenciado sabemos lo que es. Son tres palabras que juntas se hacen bomba. Quitas la pandemia y es algo más fácil. Pasas la adolescencia y es otra cosa. Y el dolor desde luego no es igual para quienes han vivido el miedo y el abandono en su historia personal  que para el resto de los chicos y chicas. Para ellos el miedo global unido a perder el contacto con su red afectiva se vuelve tormenta.

En todo eso estaba cuando la semana pasada me llegó este texto de Conchi Martinez Vázquez, difundido desde la web Adopción Punto de Encuentro desde la que Mercedes y María brindan una red de apoyo a las familias adoptivas y acogedoras que va mucho más allá de lo que ellas puedan imaginar. Conchi, que es una terapeuta que trabaja constantemente con familias adoptivas desde su experiencia profesional y con una delicadeza increíble describe lo que es la maternidad adoptiva, nuestra vivencia, mi vivencia. Yo no podría explicarla mejor. Por favor, leed el texto antes de seguir leyendo la entrada, porque si no no tiene sentido lo que viene después (el enlace va en el texto de su nombre, no en la imagen).

 

 

(…tiempo para que leáis a Conchi…) 😉

 

 

 

Cuando la leí, lloraba. Y me acordaba de lo difícil que le resulta a mi hijo a veces explicar lo que vive, y lo que siente. Lo mismo me pasa a mí. Porque su dolor y su experiencia es diferente. Por eso su vivencia no es como la de la mayoría de los hijos de mis amigos o como la de mis sobrinos. No, ellos no han experimentado el abandono, les parece sencillamente imposible, ni entra en su imaginación. Para mi hijo es una realidad que ya ha pasado. Tampoco viven lo que es estudiar un examen, salir de casa sabiéndoselo perfectamente y con la seguridad de sabérselo y llegar al examen y que se le olvide todo, o se ponga tan nervioso que se equivoque en tonterías y vea como año tras año, profesor tras profesor, mientras sus amigos y sus primos sacan buenas notas él se queda con un 3, un 4, un 4.7 que logra compensar con los trabajos. Esos trabajos en los que sin nervios, sin prisa y solo es capaz de hacer cosas increíbles. Casi nunca sienten, como le pasa a él, que un mal gesto, un no responder una llamada o un comentario de un amigo pueda llevarle a pensar que ya no le quiere, que le va a abandonar, que le va a rechazar. No necesitan, como le pasa a él, comprobar que la gente le quiere cada cierto tiempo para no temer nuevos abandonos, o sentir el contacto físico con la gente que ama para sentir que las relaciones son reales.

Y podría seguir y seguir…son tantas pequeñas cosas que se hacen muy grandes porque condicionan la vida cotidiana y hacen que su vivencia sea diferente. Y por tanto la mía también. Algunas personas al leer el texto de Conchi me han dicho que es válido para cualquier maternidad o paternidad. Pero no es cierto, por suerte. Por suerte la mayoría de los niños y niñas no viven algunos dolores. Y la mayoría de las madres y padres no han de sostenerlos.

Y ahi viene mi continuidad al texto de Conchi, algo que creo que añadiría a su listado y que tiene que ver con una imagen que me vino hace unas semanas que refleja la vivencia muy a menudo en la adolescencia de un chico o chica adoptados. O al menos lo que yo he necesitado hacer con mi hijo, no quiero generalizar, pero intuyo que a otras madres y padres les servirá. Durante este tiempo en muchas ocasiones he tenido que ser pared.

Ser pared para sostener su dolor. Porque era tan grande, intensificado por la adolescencia, que le desbordaba. He visto el dolor salir a raudales de su cuerpo y de su alma, y me costó un poco al principio entener lo que necesitaba de mí pero al cabo de un tiempo lo vi. Necesitaba una pared que le sostuviera, que le parara, que contuviera ese dolor que él no podía contener.

El problema es que ser pared es antinatura para cualquier madre o padre. Y desde luego es lo más alejado de lo que yo soy como madre. Por tres claves importantes.

La primera es que una pared no habla y yo llevo toda nuestra vida hablando con mi hijo. Pero una pared no habla, se planta silenciosa y clara, actúa, pero no habla. Es presencia, es solidez silenciosa. No habla, no explica, no justifica, no cuestiona, no pregunta….no.

La segunda, una pared no acaricia. ¡Qué dolor! pero así es. Una pared puede ser un abrazo contenedor en un momento determinado, pero no una caricia. No hasta después. Una pared no tiene brazos, no toca, no acaricia. Porque las caricias conectan, y el desborde se multiplica. Las caricias vienen después y son más necesarias que nunca, pero cuando has hecho de pared, cuesta volver a las caricias rápidamente. Ellos cambian mucho más rápido y tú te quedas dolorida y te cuesta.

Y la tercera, una pared no se mueve de su lugar, no depende del día ni del cansancio ni del momento ni de la urgencia. Una pared es pared.

Y no sólo es ser pared sino que no se puede delegar la función de pared, porque entonces regresa el abandono. No puedes pasar el testigo, ni cederlo. Porque lo que se prueba es tu fortaleza, tu presencia incondicional. ¡Qué palabra más complicada y más importante: presencia incondicional! Para mí ha adquirido un significado mucho más complejo ahora.

Y lo segundo que hace falta es la tribu detrás de la pared. Es curioso, nadie puede ser pared por ti pero él necesitó sentir que la pared no estaba sola, que detrás de la pared había una red, una tribu. Porque si no hay tribu detrás de ti dudan de tu fortaleza, creen  que no podrás con ello. Y tienen razón: sin tribu es imposible hacer de pared. Esa tribu sí acariciaba a menudo, esa tribu reforzaba la pared cuando tocaba. Con esa tribu sí pudo hablar. Esa tribu que el día de su cumpleaños se quedó despierta hasta las 12 de la noche para inundar su móvil de mensajes uno tras otro porque él había dicho que le gustaría recibir un mensaje el día de su cumple a las 00.00. Le tuvieron hasta las dos y media de la mañana. Esa tribu. Salvación. Refugio. Consuelo.

Es lo único que le falta al texto de Conchi: la pared. Así que aquí lo dejo. Por si a alguien os sirve.

Y como tiene todo el sentido porque habla de este tema y ha sido hace bien poco, acabo esta entrada enlazando un video de una conferencia que di a familias adoptivas de la Asociación de Familias Adoptivas de Extremadura el otro día. Por si queréis escucharla, y os sirve.

Abrazo,

Pepa

 

7 comentarios a “Hacer de pared”

  1. […] Hacer de pared […]

  2. Gracias, Pepa. Soy madre desde hace tres años, de dos adolescentes (hermana y hermano) y me ha gustado (y asustado!)ver en una misma frase los conceptos de adolescencia/adopción y pandemia. Te he escuchado también en el video y coincido en tantas cosas…Simplemente quería agradecerte el poder poner palabras y verbalizarlas de forma cercana y suave, que es como me gustaría poderlas decir a mis hijos 🙂 Un placer descubrirte y pensaba que con muchas paredes se han construido edificios alucinantes. Sigamos construyendo! De pared a pared, gracias. Un fuerte abrazo.

  3. Un placer leerte, Susana pared 😉 y me apunto a seguur construyendo abrazo!

  4. Yo, a falta de un adolescente adoptado tengo 2, hermanos biológicos. Adolescencia, pandemia, adopción y en estéreo. Son distintos entre ellos pero con dificultades ambos. Y, aunque no soy monoparental, cuesta ser todo lo que ellos necesitan en estos momentos. Pared es un planteamiento que no me había hecho nunca. Me acordaré cuando toque. Gracias

  5. En estéreo..bufff…me ha abrumado 😉 gracias a ti! Abrazo, Amparo

  6. Gracias por tus palabras. Este escrito es obra de una necesidad que percibimos a través de os mensajes que recibimos en adopcionpuntodeencuentro y que muchas madres nos hacen llegar por diversos cauces. al hablarlo con Conchi y cómo es ella enseguida se brindó a escribir este maravilloso texto lleno de sentido y sensibilidad. Un abrazo cargado de cariño. Mercedes

  7. Es que Conchi es una crac 😉 y vosotras también por buscarla. Abrazo grande y gracias por vuestra labor!

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