Y de nuevo la alegría

11 septiembre 2011
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Domingo noche, no sé qué tienen los domingos pero siempre me gustaron, tienen algo mágico y melancólico a la vez. Ese retozar en la cama, ese desayuno plácido con periódico, esa tarde de cine, o esa conversación en la terraza…  Ya lo sé, soy rara, siempre lo fui 😉

Los comentarios a mi entrada anterior me han llevado de nuevo a la alegría. La alegría es uno de mis temas vitales personales. Me acuerdo que una de mis primeras entradas en el blog la llamé así Felicidad y alegría. Leedla y veréis que aunque hayan pasado dos años (la escribí en Enero de 2009) creo que puedo suscribir al detalle lo que entonces decía.

Hablo de la alegría en mis cursos. Les hablo de ella a las familias porque demasiadas veces se han olvidado de hacer que sea una constante en su vida, esa mirada agradecida y conmovida desde la que merece la pena vivir y desde luego, en la que creo que merece la pena educar a nuestros hijos e hijas.

Les hablo a los profesionales, sobre todo del ámbito educativo y del ámbito social, que parecen tan sobrepasados, doloridos e impotentes que a ratos una tiene la sensación de que muchos de ellos creen ser inútiles, cuando en realidad marcan la vida de las personas.  Por cierto, que creo que ahora más que nunca esta afirmación que acabo de hacer es importante y habría que escribirla con mayúsculas y en negrita 🙂

Le hablo a mi hijo de la alegría, le digo que quiero que aprenda a disfrutar lo que tiene, y a saber amar la vida, su misterio, su pequeña gran maravilla. Pero sé que todas esas palabras se quedan vacías si las digo con voz cansada o sin mirarle o con gesto ausente. Porque la única alegría que le llega a él es la de mis caricias, mi risa y la suya, las cosquillas y el abrazo de buenos días.

Y ahí vuelvo a vuestros comentarios que hacéis a la entrada sobre Antonio López. A ese optimismo antropológico, esas gafas de las que habláis, esa alegría aquí y allí en Ecuador…y tantas otras. Porque creo que la única alegría que cala es la que nos llega por la piel. Por eso Antonio López, el arte y toda su emoción nos hacen sonreír, porque la emoción nos cala la piel y el alma, porque dejamos de hablar, porque enmudecemos con la boca abierta.

Creo que la alegría se elige, se enseña y se cultiva, y desde luego creo que merece la pena hablar sobre ella, si no no escribiría este post 😉 pero al final la alegría de la que nos alimentamos todos es la que nos llega de las personas que saben amanos bien.

Porque cuando amas bien, eres consciente del milagro, y ese milagro te hace sonreír, sin poder evitarlo, sin querer evitarlo. Y no se trata de la risa boba que se te pone cuando estás enamorada (que también) sino de esa sonrisa del amor profundo real, del que llega cuando conoces todas las luces y sombras, cuando has transitado el dolor cogido de la mano, el que nace cuando dejas que el otro vea tu vulnerabilidad y tu miedo. Ese amor que encuentras en la mirada de un amigo de hace veinte años, en la caricia de tu hijo dormido, en la pareja de ancianos que camina cogida de la mano…

Si te sientes amado, aprendes a sonreír. Si te sientes amado, eliges la alegría, porque tienes motivos. Motivos para creer en ella, sentirla como cierta y pelearla sin pelear, con paz, con certeza.

¿Os suena loco lo que digo? -)

Que tengais una semana sonriente! 😉

Pepa

4 comentarios a “Y de nuevo la alegría”

  1. estupendo, lleno de vida…merece la pena que se aliente así a tantas y tantas personas necesitadas de alegría y amor

  2. la alegría es la mejor apuesta siempre, y la mejor inversión venga la crisis que venga

  3. Una relexión hermosa corazón!!! vibro con lo que dices y sientes. La alegría es la opción necesaria para el disfrute pleno de la vida, con sus matices, sombras y luces. Es el mejor regalo que podemos dar y recibir 🙂 Un abrazo inmenso lleno de alegría… muak. 😉

  4. Hoy a la hora de la comida, les hablé a mis chicos de la alegría. Les dije, muy inspirada en lo que escribiste Pepa, que intentasen disfrutar mucho de todas las cosas maravillosas que nos brinda el día, algunas pequeñitas, diminutas, pero con mucha magia y mucho encanto. Y puse ejemplos. Al principio me miraron con cara rara «qué dice ésta…», pero seguí hablando… y terminamos todos sonriendo. Me gustó. Fue una comida «muy alegre».
    Después de pasarnos media mañana limpiando y desescamando besugos… hablar de alegría fue toda una recompensa.

    Abrazos

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