Tengo que hacerlo mejor

27 enero 2013

En mi trabajo, en los talleres con familias, siempre hablo de la maternidad y la paternidad con consciencia. Esa opción que convierte cada pequeño detalle del día a día con un niño en una pieza de un puzzle con sentido.

Intento transmitir a las familias que no podemos criar un niño feliz si no lo somos nosotros ni podemos saber amar si nunca nos hemos sentido amados.

Le digo una y otra vez a la gente que quiere escucharme, sobre todo desde que mi hijo llegó a mi vida, que hace falta aprender y enseñar la compasión. Esa capacidad para sentir el dolor del otro y comprenderlo sin juzgarlo, incluso sin pretender solucionarlo, sólo con ese sobrecogimiento que nos llega ante el Dolor con mayúsculas, ése que nos supera y nos deja desarmados y desamparados.

Necesitamos enseñar a nuestros niños y niñas esa compasión y también a pedir ayuda. Cuántas veces nos mandaron a defendernos solos de titanes, de monstruos aterradores y otras fieras varias y qué angustioso sentir lo imposible que era salir indemne cuando el otro era mayor, más fuerte, más poderoso o lo queríamos más.

Y reforzar esa costumbre que tanto cuesta de ser pesados a la hora de expresar a quienes amas que los amas, para que puedan no sólo saberlo sino sentirlo, despertarse y acostarse fluyendo en esa certeza: la de ser elegido, y amado y cuidado.

De todo eso y de mucho más he hablado largo esta semana. He presentado en Zaragoza y Palma mi último libro «Un mapa del mundo afectivo: el viaje de la violencia al buen trato» rodeada de gente amada con la que conversé y de la que escuché cosas hermosas y de mucha otra gente desconocida e increíble que me lee sin conocerme o después de escucharme en una charla o en una conferencia, y luego compra mis libros y se acerca a que se los firme, haciéndome un regalo increíble. He impartido dos conferencias a más de doscientas personas y he impartido un curso a cuarenta y cinco educadores infantiles, además de entrevistas en la radio y la prensa.

Ha sido una semana agotadora pero llena de cuidados. Un tiempo de esos preciosos que hay en mi vida en el que tienes ocasiones diversas para palpar el sentido de lo que haces, lo que puedes ayudar a la gente, y recordar por qué elegiste esta vida y tus opciones de vida.

Lo irónico es que todo eso ha pasado en un momento de crisis personal como madre. Unos días en los que hay un pensamiento que sigue presente: tengo que hacerlo mejor. Una crisis no en general sino por el ajuste de mi hijo en el paso a primaria. Un problema muy habitual que se vuelve a ratos tarea de titanes, sobre todo cuando afrontas los deberes a diario e intentas lograr un equilibrio casi imposible. Un problema que me confronta con mi dificultad para manejar mi impotencia, mi falta de recursos ante algunas situaciones, mi miedo y mi desazón. Mi necesidad de acelerar los tiempos de mi hijo, mi dificultad para trabajar de la mano de un sistema educativo que no ha sido diseñado para adaptarse a sus ritmos sino para enseñarle a él a adaptarse al fijado de antemano, como una linea rasa, una tabla rasa y un nivel al que llegar. Y lo dificil que es encontrar un equilibrio entre trabajar de la mano de la buena gente que encuentras en ese sistema, y mostrarle a él la realidad tal cual es, obligarle a integrarse y al mismo tiempo no permitir que se sienta pequeño, indefenso, falible o lo que es aún peor, algo así como una persona que trae algún «defecto de fábrica».

Voy a copiar tal cual una conversación con mi hijo del miércoles por la mañana, entre un viaje y otro, llevándole al cole. Una conversación que creo que nunca debería de haber sido necesaria, pero que explica lo frágiles que somos y lo necesario de todo lo dicho al comienzo de este post:
– Mamá, ¿tú conoces a algún niño que lo haga todo bien?
-No, cariño, eso no existe, no hay ningún niño ni ningún adulto que lo haga todo bien.
-Sí, Carlos (uno de los niños más brillantes de su clase).
-No, cariño, tú conoces a Carlos en clase pero no sabes cómo es el resto del día y que haga bien unas cosas no significa que las haga bien todas. Además, ¿sabes qué?
– ¿Qué?
– Que a mí me da igual lo que haga Carlos, que a mí tú me pareces maravilloso tal cual eres, con todas las cosas que haces bien, las que haces regular y las que haces mal. Porque te quiero y no imagino ningún niño más increíble para mí que tú… Además, yo aprendo constantemente cosas de ti y tienes un montón de cosas que sabes hacer que ya me gustaría a mí saber hacer como tú.
-¿Como cuáles?
– Saltar a los árboles, silbar, hacer amigos con esa facilidad..
-…y mi buena memoria
-Efectivamente, esa memoria de gigante que tienes que te acuerdas de cosas de los animales que yo soy incapaz de memorizar…
-Te quiero, mamá
-Y yo a ti, cariño, con toda mi alma.

No tengo respuestas. No lo sé. Sé que el sistema está enfermo. Y que mi hijo, en parte por sus características y en parte por las del sistema, no acaba de ajustarse a él. Y no sé si estoy tomando las decisiones adecuadas, porque no acabo de tener claro qué es lo mejor que debo hacer como madre. Sólo sé que me acuesto por las noches pensando: «tengo que hacerlo mejor». No es que piense «puedo hacerlo mejor» ni «quiero hacerlo mejor» sino «tengo que hacerlo mejor». Porque de verdad siento que el amor está en cada detalle, que el alma y la sensibilidad de mi hijo y de todos los niños y niñas son frágiles. Y que se lo debo. Le debo hacerlo mejor.

Escribo todo esto por honestidad, y por si alguna madre o padre por ahí me entiende. Y leyendo esto se siente algo menos solo 🙂 como me ha pasado a mí al escribirlo ;-). Así lo espero.

Pepa

10 comentarios a “Tengo que hacerlo mejor”

  1. Queria Pepa, no te conozco pero te leo y me has corregido algún que otro trabajo en un Master de la Pere tarrés. Lamentablemente, el día que expusiste tus amplios conocimientos no pude asistir a la sesión por motivos de salud. Así que me conformo con una evaluación que hiciste de un trabajo que te presenté.
    Te leo asiduamente , me emocionas y me impresionas por el significado y la fuerza de tus palabras. Cada vez que te leo me haces recordar algo que escribió Gabriela Mistral: «Creo en mi corazón, el que yo exprimo para teñir el lienzo de la vida». Eso es lo que tú haces, exprimes tu corazón y escribes el lienzo de tu vida y, ayudas a tu hijo a que empiece a escribir su lienzo con toda la «emoción» y «pasión». No te conozco, ni a tu hijo, pero cada vez que escribes algo intento imaginarme los lienzos y , en ocasiones, plagio un poquito lo que lleváis pintado. A mi la «maternidad» me ha caído como un paracaidista despistado. La crisis económica me empujó a tomar la decisión de venirme a Uruguay y aquí me topé con un compañero de la vida con una niña de diez años. Día a día pinto un lienzo nuevo. Vine «ligera de equipaje» en todos los sentidos y me encuentro que hay dos personajes, uno de diez años que me animan a pintar en sus lienzos también. Ahora estoy llorando porque leerte me llena de ternura y pienso en mis dos compañeros de ruta y siento absoluta gratitud por ser tan generosos con sus sentimientos con esta polizón. Gracias por escribir y por ser honesta exponiendo tus dudas. No eres infalible, nadie lo es, eso hace más bello lo que haces y eso, seguramente, te iguala ante tu hijo. Una mamá sin defectos no es una mamá, es una Barbie de cuerpo y sentimientos plastificados. Tú eres una MAMÁ. Ánimo y muchas gracias. Por último, me gustaría decirte que me encantaría que vinieras a uruguay a Uruguay a presentar tu libro. Aun no sé cómo se podrá hacer pero soy tozuda. ¿Te animarías en el caso de que fuera posible? Un abrazo.

  2. Mi querida Diana,
    Gracias de corazón. A mí también se me ha escapado la lagrima al leerte 😉 Que si me animaría? Bromeas? Adoro ese país. Sólo conozco Montevideo, pero guardo un recuerdo profundo. Y algunos de sus escritores me han hecho ser quien soy. Así que por supuesto. Escríbeme al mail y podemos ver cómo organizarlo.
    Gracias por convertirte en polizón de esa niña y su padre.
    Pepa

  3. Que si te entiendo dices?!!!

    Te respondo con otra conversación:
    hija: mira papá, dime, qué soy? y a continuación hace un ruido ensordecedor…

    yo: pues… no lo tengo muy claro, pero por el rugido puedes ser una leona o una chita

    hija: casi, casi… soy un león, tengo pirindola.

    yo: ah, vale.

    hija: es que las chicas son un rollo, todo el rato que si con princesitas, vestiditos, lacitos… y a mi me gusta correr, treparme… lo divertido lo hacen los chicos, así que soy un chico y cuando me transformo, me convierto en leones (chicos).

    Como sabes, llevo muchos años trabajando en pro de la igualdad desde el género y la diversidad. De hecho, no sólo yo, mi pareja lleva muchos años librando las mismas luchas… y que después de ese tránsito nos topemos con esto!

    Sé que no quieres consejos, no pretendo darlos, sólo reflexiono a raíz de las similitudes:

    No creo que sea gratuito que, justo después de haber pasado por la etapa de absorción de conocimientos más alucinante de sus vidas, estas personitas comiencen a cuestionarse cosas tan profundas como la identidad, las expectativas, el sentido de aprobación, de pertenencia… y a ser lo suficientemente conscientes como para saber expresarlo con palabras.

    No puedo decir nada sobre Carlos, no lo conozco, pero he estado con José, y es un niño alucinante!, con el potencial para ser y hacer lo que sea que se proponga. Este tipo de reflexiones, por lo tanto, no las entiendo como un síntoma de las debilidades de nuestros modelos formativos sino como una consecuencia de ellos… Ser críticos, comienza por hacerse preguntas… que lo hagan a esta edad es – simplemente – maravilloso.

    besos y abrazos

  4. Tienes razón, David, como siempre. Y casi puedo ver a Mariana haciendo de león/leona. Lo que me preocupa es darles herramientas para encajar en un mundo que no parece tener «molde» para ellos. Me preocupa que sienta que tiene que hacer todo bien, o que sienta que no lo está haciendo porque no logra responder a mis expectativas (las primeras) y las del sistema educativo después. Me preocupa, me preocupa, me preocupa…tantas cosas! 😉 y sobre todo no estar suficientemente atenta, ya ves…
    Abrazos y gracias, hablamos!
    Pepa

  5. nuevamente querida Pepa me haces emocionar, tomo tus palabras que en este momento me acongojan pero que a la vez me estimulan a nuevamente tratar cada dia de ser feliz y de amar.

  6. Menudo nivel de mensajes! os felicito a todos porque todos hablais desde el sentio común (algo que escasea últimamente).
    Conozco un poco a josé y si te sirve de consuelo Pepa: el sabe desembolverse por este mundo, mucho mejor de lo que intuyes.Tú le estás dando las herramientas correctas para interpretar lo que le rodea pero no puedes vivir ni sufrir por él. Como madre que soy, intentamos protejerlos en una burbuja y sinceramente no creo que sea lo mejor para ellos (sí para nosotras)
    Si me permites un consejo: hagas lo que hagas, estará bien

  7. Pepa

    Gracias. Creo que como madres a veces es inevitable pensar que tenemos que hacerlo mejor. La impotencia de no poder ahorrar a nuestros hijos determinados sufrimientos relacionados con un mundo que no consideramos justo o bueno, con un sistema educativo (reflejo de nuestra sociedasd…) que no respeta la diversidad, sinó que impone esquemas y modelos a los que se supone que todos nos tenemos que ajustar. Supongo que nosotros como adultos hemos aprendido que no siempre debemos ajustarnos a los modelos y esquemas que existen, a la supuesta «normalidad» … que eso no nos hará mejores personas ni más felices. Seguramente debemos aceptar que nuestros hijos requieren en este caso de su propio aprendizaje. No podemos ahorrarles parte del camino porqué si lo hiciéramos estarían siguiendo nuestra senda, y no la suya… Sólo podemos intentar dotarles de las herramientas necesarias para que poco a poco vayan caminando y creo, por lo que leo, que esas herramientas se las estás dando a tu hijo. Ojalá yo viera tan claro que se las estoy ofreciendo a los míos…

    Maria

  8. Querida María,

    Como dice una amiga mía «que ni el viento los toque». Para mí sigue costándome un mundo el sufrimiento de mi hijo. No me acostumbro, aunque sé que es parte de su camino, y que si se lo impido…le robo parte de sí mismo. Pero a veces es tan duro…
    Un abrazo y gracias a ti,
    Pepa

  9. hola pepa.
    a mçi tb me emocionan tus escritos. esas preguntas que fluyen de entre tu corazon y tu pensamiento y que no tú sola te planteas.
    a mí también se me plantea el deber de hacerlo mejor. Mi hijo se lo merece. Se merece eso y más. Pero también he aprendido que decirse a una misma de vez en cuando: «lo estoy haciendo lo mejor que puedo desde donde yo me encuentro en este momento», ayuda bastante.
    Nadie es pluscuamperfecto. Seguro que ya solo la propia reflexión sobre ¿lo estaré haciendo bien? NOS AYUDA a esforzarnos más cada día.
    Gracias por compartir tus vivencias.
    eva

  10. Hola Eva,

    De acuerdo contigo de corazón. Lo digo a menudo, lo único de lo que mi hijo puede estar seguro es de que le quiero y de que lo hago lo mejor que puedo 😉

    Un abrazo,
    Pepa

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