punto y aparte

13 diciembre 2009

Hay momentos clave en la vida, instantes en que decides y marcas un futuro, momentos que, de tan imaginados, parece imposible que lleguen a ser reales, como mi marcha de save, y otros que son tan reales que no puedes imaginar siquiera que no ocurrieran, como la llegada de mi hijo.

Esta semana que empieza es mi última semana trabajando en Save the Children cuando se cumplen justo once años de mi llegada a la organización. El último mes lo he vivido metida en una vorágine que me permitiera cerrar bien esta etapa y construir al mismo tiempo un futuro que tomó la forma de una espiral una vez más (www.espiralesci.es) y esta semana tengo todavía varios actos públicos que me van a hacer correr hasta el último minuto.

Para mí es una secuencia lógica la de esta espiral, es seguir trabajando en aquello que sé y por lo que he dado mi vida profesional, pero hacerlo desde otra mirada y otro lugar.

He dado lo mejor de mí y he recibido regalos que ni siquiera pude imaginar cuando dije sí a la oferta de coordinar la campaña «Educa, no pegues».

Pienso el trabajo para la erradicación del castigo físico a los niños y niñas en las familias: la reforma legal en España, en los talleres desde los pueblos más pequeños de España hasta el otro lado del mundo, en el Estudio de Naciones Unidas sobre violencia contra la infancia. Pienso en el trabajo de prevención del abuso sexual infantil, la formación de profesionales, la elaboración de protocolos de actuación en todos los ámbitos, las reformas legales realizadas en España sobre ponografía infantil, trata de menores, delitos contra la libertad sexual, las medidas de protección de los menores víctimas o testigos de un delito en el procedimiento judicial. Pienso en la investigación sobre la atención a los niños y niñas víctimas de violencia de género, la formación y la sensibilización para visibilizarlos como víctimas de esa violencia. Pienso en las mil entrevistas en medios de comunicación, los informes, las ponencias, los viajes con mil escalas para exprimir los recursos y el tiempo, los congresos, las reuniones, los grupos de trabajo técnicos y políticos…y al final creo que son batallas que valen una vida profesional.

Recuerdo a todas las personas que me dieron la primera oportunidad, que confiaron en mí, y a las que me abrieron su corazón. He conocido a personas que me han enseñado otra forma de mirar el mundo a través de sus ojos, gentes en los talleres y fuera de ellos en todo el mundo que me abrieron su corazón y compartieron conmigo experiencias de dolor difícilmente narrables. Sus rostros y sus relatos siguen siendo mi mejor argumento. Y recuerdo a las que me retaron, me obligaron a ser mejor profesional, a reconocer mis errores y aprender de ellos, a justificar mejor mis posturas y a trabajar en equipo.

He visto cómo la valía profesional y la honestidad personal han de ir necesariamente unidas para producir cambios significativos y perdurables. He comprendido que la política forma parte de todos y cada uno de los niveles de nuestro quehacer diario y que un buen político, en el sentido de una persona con visión, humildad y legitimidad, no tiene precio y cambia el mundo, muchos pequeños mundos que hacen nuestro mundo.

He aprendido que los caminos son siempre demasiado largos, sobre todo cuando debes hacerlos compatibles con la impotencia ante el sufrimiento de la gente y que los cambios reales llegan siempre a través del corazón y después de muchos desiertos, llegan casi ya inesperados. Ahora sé que lo que una cree el final de un proceso no es sino un paso de otro mucho más ambicioso, y que en el trabajo como en la vida, la valentía para dar un paso, la tenacidad para no desfallecer y la humildad para saber retirarse y reconocer los errores son imprescindibles.

Siento paz. He dado lo mejor de mí y creo profundamente en el sentido de lo que hacemos. Como me dijo alguien recientemente «tener la oportunidad de trabajar en algo que te gusta y en lo que crees es un privilegio, elegirlo es un acto de valentía». No tengo palabras para agradecer suficiente estos once años. Y con eso me quedo y empiezo mañana mi particular cuenta atrás hacia este punto y aparte vital y laboral. Lo demás es también aprendizaje vital impagable.

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