San José y las celebraciones del alma

19 marzo 2025
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Amanezco el día de San José con una llamada de mi hijo para que salga al balcón de la habitación a ver los buitres que sobrevuelan encima de la casa. Una verdadera belleza.

El día de San José para mí está muy lleno de memoria y de amor. Cuando era pequeña lo celebraba siempre con mi padre, era su día y mi santo, y con mi padrino, con quien tenía el regalo de compartir nombre. Sin duda las dos figuras paternales de mi vida. Eso y las virutas de San José, el postre típico del santo en Zaragoza convertían ese día en algo especial para mí.

Años después mi padre murió la noche del día de San José. Esta madrugada se cumplen 21 años. Y pensé que se habían acabado las celebraciones de San José. Me resultaba imposible pensar en celebrarlo sin él. Pero se me olvidaron las espirales de la vida.

Primero estuvo mi hermano, la otra presencia masculina en mi infancia, mi compañero de juegos y de alma, que se convirtió en padre. Porque apenas un año después de morir mi padre, nació mi sobrina. Y aquella memoria de amor se plasmó en las manos de mi hermano al acariciarla. Como hizo luego con su segundo hijo y con el mío. Y los llevó a las montañas y a museos y a lagos y a conciertos, prolongando el amor de nuestro padre en ellos.

Pero la espiral fue más allá, porque tres años después de que sintiera que las celebraciones de San José ya no serían posibles, llegó mi hijo y me dijeron que se llamaba José. Pensé que aquel detalle, su nombre y el hilo que implicaba, era un envío de mi padre. Y pasé de celebrar mi santo con mi padre a hacerlo con mi hijo. Cada año hacemos algo especial para honrar esta línea masculina de mi alma, de la que yo soy parte trasmisora.

Porque la maternidad en solitario me ha obligado a ser madre y padre a la vez. Y aunque no vincule esos roles al sexo de las personas, sí lo vínculo a poder criar en red, en tribu y a cumplir funciones diferentes que a veces se vuelven opuestas. Ser la misma persona la que riñe y abraza, la que consuela y marca los límites, la que juega y brinca y se mueve y sale y al mismo tiempo se recoge.. no sabría explicarlo bien, pero sé que esa soledad obliga a cubrir todos los frentes de la crianza en una sola persona y conlleva un coste altísimo.

Pero es que además uno de los mayores regalos que me ha hecho la vida es la cantidad de amigos hombres que tengo. La amistad entre hombres y mujeres es diferente, tampoco sé explicar exactamente por qué, pero lo es. Y es, por los prejuicios sociales, más escasa. Mis amigos hombres han jugado un papel clave en mi vida desde niña. Podría pensar en J, que ha sido parte padre y parte amigo, pero recuerdo a F. llevándome la mochila en las excursiones de los scout, a C. y nuestras clases de alemán, a J. y nuestros paseos y de ahí en adelante todos los que se han ido incorporando a mi vida. En el mundo laboral he construido redes afectivas profundas, la mas clara las Espirales con J. Y mi mundo en la roqueta ahora mismo está lleno de hombres buenos que llenan de luz mi vida. Y también han jugado un papel clave en la vida de José, algunos especialmente, junto con sus tíos. Pienso en A. que hace de abuelo adoptivo, o en J. que le nombra tío de sus hijos o en P. que habla con él de vídeo juegos y de la vida, en el papel q jugó A. o en su padrino.

Pero es que además la mayoría de mis amigos hombres son ahora padres. Los veo ejercer de padres de sus propios hijos, tomar decisiones valientes que en mi infancia hubieran sido imposibles y que hoy parecen obvias, por suerte. Les veo con una ternura y presencia casi impensables hace unos años. Y hacerlo desde una consciencia y una sensación de normalidad que me lleva a pensar en todo lo que hemos avanzado, aunque a veces nos empeñemos en mirar oscuro. Y pienso sobre todo en algunos de ellos, que están luchando por el amor a sus hijos en batallas llenas de dolor.

Y vuelvo al comienzo del día y a la llamada al balcón de José para ver los buitres. Porque está haciendo sus prácticas en un lugar que es sencillamente mágico y dando forma a un sueño que definió cuando tenía siete años y me dijo: «mamá, yo quiero un trabajo que me permita estar en la naturaleza y pasar tiempo con mis hijos». Y aquí estamos, diez años después. Entonces y ahora, pienso que desde la memoria de mi padre y mi padrino pasando por los hombres buenos que nos rodean hasta llegar a mí crianza monoparental le hemos dado la opción de ser hombre de un modo diferente y mejor.

Y pienso que celebrar, como le dije ayer a uno de esos hombres buenos, es a veces hasta un acto de resistencia. Pero es sobre todo dar valor al amor que nos va tejiendo, al valor de cada vida, de cada corazón. Unos están a este lado de la vida y los otros ya nos acompañan y sostienen desde el otro lado, pero trataré toda mi vida de que el día de San José sea algo diferente. Es mi forma de honrarlos. Es el hilo del amor, y hacerlo presente con la consciencia de la celebración, funciona.

Feliz día a todos los hombres buenos, seáis o no padres.
Pepa

2 comentarios a “San José y las celebraciones del alma”

  1. 🎒❤️

  2. Te quiero, hombre bueno. Gracias por todo lo que has traído a nuestras vidas,por ser hogar.
    Pepa

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