Redimensionar, resignificar, recolocar

28 agosto 2024
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Hoy me he levantado con llorera, con plorera como dicen en la roqueta. Esa llorera que las mujeres que me lean reconocerán de inmediato, y los hombres también por haberla presenciado desde una mezcla de incomprensión y compasión, dependiendo del caso. Y ojalá con mucho sentido del humor, tanto ellos como nosotras.

He sido una mujer afortunada también en esto. La regla nunca me dolió ni me afectaba demasiado, la he vivido siempre con relativa tranquilidad. Hace tres años pareció que mi cuerpo se acercaba a la menopausia. Pero no fue así. Reaccionó y anda cumpliendo cada mes. Pero las reglas han cambiado. Ahora me duelen, tengo sangrados enormes y sobre todo tengo plorera, profunda y difícil de manejar durante cuatro o cinco días. Y cuatro o cinco días cada mes son muchos días. Así que no estoy en la menopausia siquiera, estoy en la «pre menopausia» y ya se está convirtiendo en una vivencia potente en mi vida.

Y es que el otro día hablaba con una amiga sobre el significado de la menopausia. Sobre ese cambio vital que supone pasar de poder gestar vida a tener que centrarte en la tuya propia, en mimarte y cuidarte. Esa combinación brutal que supone sentirte frágil y pequeña y a la vez más fuerte que nunca, y menos dependiente de tu entorno. Es como si en ese perder fueras ganando si eres capaz de vivir el proceso con consciencia. Creo que en cierto modo es el paso del engaño de la omnipotencia a la consciencia de la fragilidad. Porque la fragilidad estuvo siempre, siempre somos frágiles, pero en la juventud nos sentimos poderosas, nos engañamos como pavas y pavos reales para conquistar y generar vida. Y con la vida llega el miedo. Y si hay suerte, la consciencia de la fragilidad. Y más adelante, la sensación de vulnerabilidad con la que me he despertado hoy.

No se suele hablar de estas cosas, de hecho a menudo se esconden y se ocultan. Pero creo que mi amiga tenía razón. Que es un proceso mucho más poderoso de lo que parece y que deja tu alma un poco más a la intemperie. Y para mí ese proceso está teniendo que ver con tres verbos que presiden mi vida este año: redimensionar, resignificar y recolocar.

Redimensionar las cosas que he hecho o no he hecho, las cosas que me he echado a la espalda desde esa omnipotencia, desde ese rol de cuidadora, desde esa necesidad de generar vida, protegerla y darle sentido. Este año he vuelto a visitar mi pasado de formas muy surrealistas e inesperadas. Sin entrar en detalles, he vuelto a ver la vida de mis padres, mi infancia y mi propia vida. Hasta el punto de volver a construir mi linea de vida, algo que no hacía hace muchos años, de hecho desde que tuve a mi hijo e hice terapia. El proceso empezó en realidad hace dos años con otro proceso terapéutico que hice y en el que redimensioné la parte transgeneracional de mi vida y ha continuado este año. De hecho, no ha acabado. Pero todo lo que ha ido pasando tiene un elemento común: redimensionar muchas cosas que me hicieron bien y muchas otras que me hicieron daño, darles un peso diferente, un lugar en mi historia diferente, cambiar su eco dentro de mí en mi narración de mi identidad. Está siendo hermoso, pero nada fácil.

Resignificar, que es un paso más allá de redimensionar. No significa cambiar el peso ni la dimensión de algo, sino su significado. Este año he tenido conversaciones con personas que han cambiado el significado de cosas que habían sucedido, o que han reconocido vivencias que tuve en su momento y me fueron negadas o que han cambiado la huella que esas vivencias dejó dentro de mí. Casi todas han sido en positivo, salvo algunas enormemente dolorosas. Pero cambiar el significado es cambiar la narración. Y cambiar la narración es cambiar mi identidad. Y cuando en esa narración se legitiman vivencias negadas produce una sensación de estar más completa, de ser más tú. Te brinda solidez. No es fortaleza, es solidez.

Y por supuesto los dos verbos anteriores conllevan el tercero: recolocar. Es imposible cambiar la narración sin que algunas piezas del puzzle cambien. Recolocar relaciones o reajustarlas. Y eso siempre se me dio especialmente mal. Soy de las que cuando quiero, lucho, peleo por mantener el vínculo y eso a veces me lleva a ser invasiva y a desprotegerme. Pero como expliqué en la entrada de blog anterior, quiero que siga siendo mi opción de vida. El amor es algo tan valioso y tan frágil que lo seguiré luchando.

Y al final te queda algo así como aprender a quedarte quieta y callada. La «mirada porche» que se ha convertido en un código personal. Y siento que vuelvo al comienzo de este escrito. Siento que esa «mirada porche» tiene todo que ver con afrontar el nuevo periodo de mi vida que mi cuerpo va anunciando con dolor y con plorera. Un tiempo en el que habré de medir mejor mis fuerzas, entregarme menos, moverme menos, viajar menos, hablar menos. Un tiempo para dormir más, cuidarme más y mejor, escuchar más y mejor, llorar sin miedo y sin juicio, no volver a tomar decisiones contra mis «tripas» y no suplicar lo que debería ser obvio. Un tiempo en el que, si tengo suerte, habrá gente que quiera venir a sentarse al porche conmigo y tomar un té, que sienta eso como un regalo dure el tiempo que dure.

Estoy caminando hacia mi porche. Y creo que merece la pena contar que la vida también es esto.
Pepa

6 comentarios a “Redimensionar, resignificar, recolocar”

  1. Siempre que te leo y siento, me activa mi profundo agradecimiento por seguir aprendiendo de la vida acompañada de tu mano. Pero hoy,especialmente he sentido la necesidad de además de expresarte ese agradecimiento también dejar explícito mi amor por ti. Porque creo firmemente que deben de expresarse con rotundidad. Te quiero Pepa, tomaremos un café en ese porche, pero no porque tengas que hacer más o menos de lo que has expresado, sino por ser, estar, existir humanizando tu cotidianidad.

  2. Yo también te quiero, Carmen. Gracias siempre

  3. Hola, Pepa querida !
    Entiendo tu fractura ,es el tiempo vivido y dado ,esa fuerza se va gastando .
    Tú tan fuerte ,tan segura y débil a la vez .
    Tu porche, es abierto ,con vistas
    Con capacidad y sobre todo cariño !
    Nos vemos pronto ,te quiero

  4. Uno de los primeros porches que me vienen a la cabeza es tu terraza de Anso, querida Ana. Llena de amor. Tq.

  5. Lo sé por experiencia, 😑 esos momentos de ver a mi madre llorar son bastante incomprensibles y extraños desde mi punto de vista varonil 🐐

  6. Gracias por sostener esos momentos, cariño te quiero

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