Tiempo de cosecha

8 abril 2018
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Tiempo de cosecha. Es la expresión que más me surge en los últimos tiempos cuando miro mi vida. El privilegio consciente y sentido de estar recogiendo lo sembrado. Y el fruto es más hermoso de lo que imaginé.

Me miro en el espejo y veo el camino andado. Veo mis kilos que siguen conmigo y veo mi calva, que es también parte de mi camino. Miro mis ojos que trasmiten dulzura, y recuerdo todo el camino. La búsqueda, el valor, las horas de terapia, tanto gozo vivido, tanto dolor hecho vida, y las huellas en mi cuerpo que aún me hacen temblar. Esa intensidad de la que tanto me acusan y que reconozco como mía, amainada como el mar tras la tormenta, pero intensidad al fin y al cabo. Me miro y siento paz. Sigo siendo árbol y sigo riendo y abrazando.

Miro a mi hijo, que fue un sueño, un proyecto, una ilusión. Fue una llamada, un temblor, la piel erizada, la caricia interminable, ese juguete que me ofreció aquél primer día en aquella habitación y su sonrisa. Ha sido horas interminables y a la vez efímeras de juego, de parque, de lavadoras y purés. Ha sido cuentos y pelis y libros y mar. Ha sido cansancio, a veces extenuante, ha sido miedo, y duda y soledad. Ha sido una vida infinita que tejió su infancia. Una infancia que sé que terminó. Ahora le miro y veo el hombre en el que se está convirtiendo, y a veces me asusta cuánto se parece a mí, y muchas otras me alegra que sea tan diferente. Pero siento que el trabajo está hecho, como dijo él «yo soy yo y tú eres tú«. Su infancia acabó. ¡Y me gusta tanto la cosecha!.

Miro a mis amigos y mi familia, y me asombra cuán densa y fuerte es esa red de amor en la que vivimos y que fue también sueño, y opción de vida. Han sido horas sin límite de viajes, teléfono, cafés, comidas, presencias. Han sido risas y lágrimas, ha sido escucha, ha sido cansancio y ha sido fidelidad y permanencia. No es casual, pero sigue siendo infinito regalo porque no sería sin ellos, ni hubiera sido posible sin ellos. Yo sólo puse mi parte. Lo intenté. Y de nuevo la siembra es mucho más, porque es cosa, como dijo mi hijo cuando era pequeño «de dos y muchos más». Y he recibido tanto amor que jamás he dudado de lo certero de la opción.

Miro mi cielo, que este año está especialmente más poblado. Ya no son sólo mi madre y mi padre, ahora está mi tía y mi padrino. Ellos cuatro y Aurora han sido mis figuras parentales, mis vinculos verticales. Y ya casi todos están al otro lado del hilo de amor. Pero sigue siendo cosecha: cosecha de cielo.

Miro mi trabajo, y sin duda, vuelvo al tiempo de cosecha. Nunca pude imaginar que llegaría a donde estoy hoy. Un lugar que es «mi lugar». Sentir que lo que haces tiene sentido y aporta luz. Poner palabras al dolor, lograr que la gente pueda comprenderlo y sentirlo de forma que la indiferencia no encuentre lugar, guardar la memoria y la voz de quienes no pueden hablar, y brindar espacios de cuidado y crecimiento a quienes de forma consciente llevan luz en lo cotidiano, acompañar de la mano a tanta gente…

Este mes cumplo 45 años. Y ocurre algo simbólico, una de mis espirales de vida. Estaré en Zaragoza en mi cumpleaños, por primera vez desde hace más de veinte años. Así que además de celebrarlo con mi familia mallorquina y madrileña, este año les he pedido a mi red de amor zaragozana que vengan a celebrarlo juntos. Ellos fueron mi sostén en la peor parte de mi vida. Ellos,y algunas personas más que ya no están en mi vida, compartieron conmigo la enfermedad y muerte de mi madre, la enfermedad y muerte de mi padre, el maltrato que viví en el colegio, o mi propio hospital entre otras muchas cosas. Nunca olvidaré cómo mientras mis hermanos y yo hacíamos turnos en el hospital último de mi madre ellos venían a buscarme al hospital para llevarme a casa, cogían el teléfono para que pudiera dormir algo después de una noche de hospital, nos cocinaban o simplemente me escuchaban llorar. Ellos me ayudaron a sobrevivir al dolor, me enseñaron a ser resiliente, un concepto que cada vez que lo explico en los talleres me acuerdo de ellos. Ellos y mi cielo. Por eso celebrarlo con ellos en tiempo de cosecha tiene tanto sentido para mí como emoción. Aunque ya no esté allí, ellos vienen conmigo. Siempre ha sido así.

Atardecía sobre mi mar mientras escribía esto. He llegado: mi lugar en el mundo. Y es un lugar de amor. A partir de ahí, lo demás es y será por añadidura.

Pepa

Un comentario a “Tiempo de cosecha”

  1. Que maravilla Pepa, como se nota que hablas con el corazón, con las tripas.
    Gracias por compartir, siempre.
    Enhorabuena por tu magnífica cosecha y FELIZ CUMPLEAÑOS.
    Un beso.

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