Mi primer temblor

31 marzo 2014
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Éste ha sido un mes difícil para mí. Me coincidían dos viajes a Latinoamérica en un mes. En el primero a México, bati mi record de aviones en una semana: nueve. Estuve más tiempo en los aeropuertos que en las ciudades, pero me pasaron cosas hermosas. Hasta tuve la experiencia de llegar a una ciudad y ver carteles anunciándome por la calle, qué sensación! México ha llegado a mi vida de una forma importante, de la mano de una mujer especial que está moviendo con su organización muchas más cosas de las que ella pudo imaginar. Y merece la pena apoyarla en ese camino.

En el segundo, del que acabo de regresar hace apenas unas horas, a Nicaragua, he vivido mi primer terremoto. Increíble pero con todo lo que he viajado, hasta hace dos días nunca tuve la vivencia de sentir temblar la tierra bajo tus pies. También en eso he sido una privilegiada. No fue demasiado fuerte, pero sí lo suficiente para que la gente saliera corriendo y gritando del taller que estaba dando en un centro infantil de Managua. Es una sensación dificil de describir, pero que me situó una vez más en mi fragilidad. Y no deja de ser paradójico que mi última entrada en este blog se llamara «bajando a mi tierra». Pues eso, que bajé 😉

Este viaje a Nicaragua ha sido algo inhóspito, algo doloroso. Recuerdo cuando estuve allí por última vez, hace casi diez años, que percibí una sensación en el aire de un cierto fracaso colectivo, como de frustración. Y cuando llegué esta vez esa sensación no estaba, pero al principio no supe muy bien por qué. Mi trabajo hace que en los talleres y la gente que voy conociendo pueda conocer bastante bien los lugares que visito, y en este viaje conforme pasaban los días iba calando una sensación extraña. Ahora no había enfado, lo que había era parálisis. Tuve la sensación de que la gente tiene miedo, y se ha resignado. Me pasaron cosas fuertes en algunos talleres, y me encontré en varios momentos con mensajes encubiertos, con cambios inesperados…como si pasaran cosas que no se dicen pero que condicionan una forma de estar colectiva. Y duele verlo, sobre todo duele ver hasta qué punto se ha interiorizado.

Y a esa sensación colectiva le añades una sucesión de imprevistos, incluido el temblor. Ninguno irresoluble, pero que sí te suponen ir superando trabas que no serían necesarias, que te cambian los planes, horarios de talleres, lugares inhospitos para darlos quedándote casi sin voz para que te oigan las cien personas que han venido a escucharte, imprevistos que dificultan encuentros anhelados, otros que te llevan a una casa con un jardín casi tan bello como generosas sus gentes. Y entre todo eso, reencuentros con gente querida. Y una cierta desazón.

Y pensaba en que a veces el aire de los lugares se puede captar, el clima de un país, como sucede también en el nuestro. Cosas que no hace falta decir, que percibes en la forma de caminar de la gente, de contestarte cuando le preguntas, de situarse ante los imprevistos…pequeños detalles que hablan de movimientos de tierra mucho más radicales de lo esperado, de cosas tapadas, ocultas, subterraneas. El miedo inoculado, la mentira institucionalizada, y el dolor resignado.

Pero es que además, entre un viaje y otro este mes me han pasado muchas cosas. Convulsiones varias en mi entorno, un virus que nos arrasó en casa a los dos dejándome muy al límite de mis fuerzas, seguido de un oásis en mi paraíso personal, en Menorca, donde fuimos para celebrar nuestro santo. El día de San José siempre fue especial para mí. Lo celebraba mucho, era mi día compartido con mi padre, algo especial para mí. Hasta que él murió la madrugada de un día de San José de hace diez años justamente. Y yo pensé mientras regresaba a casa en un vuelo transoceánico de doce horas que no le deseo a nadie, «ya nunca podré volver a celebrarlo». Hasta que llegó mi hijo, y resultó que se llamaba José. Y yo me sonreí, y pensé: «menudo regalo, papá». Así que pasé de celebrar mi santo con mi padre a hacerlo con mi hijo. Y lo celebro siempre, porque celebro el hilo de la vida. Por eso este año le saqué del cole y lo llevé al mar, aprovechando una conferencia (increíble reunir a 300 personas en Menorca, fue una noche muy mágica!) y un curso con gente muy especial, nos quedamos a pasar unos días.

Y el día de San José nos fuimos con un amigo mío apicultor a ver sus colmenas. Nos vestimos con trajes especiales y nos acercamos a verlas. Yo apenas pude contener el miedo lo suficiente para lograr acercarme, y ver una por dentro antes de que sentir las abejas zumbando sobre el traje me hiciera alejarme. Pero José se quedó allí largo rato con mi amigo, viendo los zánganos, las obreras, la reina..como si hubiera estado allí toda la vida. Y por si eso no fuera poco, cuando salíamos de allí apareció un grupo de yeguas libres en la finca, y rodearon a José, a nosotros ni se nos acercaron, pero a él sí, y le olfatearon, le lamieron..y él se dejó hacer. Siempre he sabido que el lugar de mi hijo está en la naturaleza, pero cuando pasan cosas como ésas me pregunto muchas cosas. Y luego la mar, mi amado mediterréneo que calma hasta al alma más agitada, como estaba la mía cuando llegué. Y sobre todo el amor y el cuidado de mis amigos allí. Esa red de amor de la que siempre hablo.

Y entre medias siguen los regalos profesionales. Salió ya «Elegir la vida: historias de familias acogedoras» mi último libro, que en realidad es y no es mío, porque en él yo sólo hago de altavoz para las historias de seis familias que tienen niños y niñas en acogida. Seis relatos llenos de amor, honestidad y valentía que han creado un libro de los que hace llorar. Os lo recomiendo.

En fin, que este 2014 ha llegado a mi vida convulso. No malo, pero sí movido, más que de costumbre, y en mi caso eso es mucho decir ;-).

Veremos qué trae la tormenta, el temblor.
Pepa

6 comentarios a “Mi primer temblor”

  1. Pepa, gracias, no sé cómo lo haces, pero cada vez que te escucho o que te leo es como si abrieras una cajita dentro de mí que hace que todas tus palabras me resuenen. Y no pasa sólo conmigo, a mi hija le ocurrió lo mismo cuando te escuchó hace poco en una conferencia. Eres una mujer increíble que se rodea de otras mujeres increíbles, y de hombres increíbles, y de niños increíbles…¿has pensado que igual eres contagiosa?
    Un beso inmenso

  2. Sin palabras, me has emocionado y me has hecho sonreir, todo en uno 🙂
    Gracias a ti y a tu hija!
    Pepa

  3. Estuviste en México y no me enteré!!! Me hubiera encantado escucharte, conocerte!

    Ya le estuve echando ojo a la página de la organización que te trajo, muy interesante y sobre todo imprescindible lo que están haciendo! Me quedo con esta frase, la replico y veo en qué manera contribuyo: En México falta de un proceso educativo que inculque hábitos, que forme un carácter social, que cree un ethos común y compartido en el que los individuos reconozcan y alimenten su calidad moral.

    Un abrazo grande!!
    Alejadra

  4. Yo también creo que eres contagiosa. Estoy leyendo el libro de ser madre… y tengo que parar a pocos porque me emociono tanto…
    Un beso y gracias por transcribir tan fielmente lo que se siente en un proceso de adopción.

  5. Pepa, un abrazo grande. Siempre te leo gustosa.

  6. Hola Pepa, te sigo la pista

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