Mi maternidad en solitario

20 septiembre 2011
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Como sabéis los que me leéis, sigo la pauta en este blog de intentar no hablar de mi hijo, cosa que a veces me cuesta un mundo 😉 pero es una decisión consciente. Quiero que éste sea mi espacio y que él decida cuando sea mayor si quiere crear el suyo o participar en éste.

Pero dentro de mi espacio a veces sí me nace compartir algunas de mis experiencias como madre, tal y como hice en el libro «Ser madre, saberse madre, sentirse madre». Cuando lo estaba escribiendo, lo más difícil era para mí intentar reflejar mi vivencia como madre sin traicionar su intimidad. Ése es un equilibrio dificil de lograr a veces.

Soy madre adoptiva y soltera. En el tiempo que hace que lo soy, en ningún momento, ni uno solo, la decisión de ser madre adoptiva me ha cuestionado, ni me da miedo, ni me cuestiona, como no lo hacen todas las preguntas que me va haciendo mi hijo y que le voy contestando. Pero lo que sí ha cambiado es mi concepción de la maternidad o paternidad en solitario. Y reconozco que profundamente.

Éste es un tema sobre el que es difícil escribir, porque enseguida quieren encasillarte, en un «estás a favor o en contra» pero me gustaría poder reflexionar algo más allá.

Cuando decidí adoptar a mi hijo no sabía lo que implicaba ser madre, ahora cuatro años después, voy haciéndome una idea :-). Y cuando decidí hacerlo sola, era consciente de que para mí no era la opción óptima. Siempre he creído que la mejor de las maternidades y paternidades posibles es la que llega, biológica o adoptivamente, a una pareja que se ama, esté constituida por quien esté constituida. Pero también creo sinceramente que la segunda mejor de las opciones es la maternidad o paternidad en solitario. Veo demasiado a menudo niños y niñas criados en hogares sin amor, sin respeto o incluso con violencia, y sé que el universo de sufrimiento que existe en el mundo dentro de los hogares excede con mucho la peor de mis pesadillas.

Por eso, porque no quería perderme la vivencia de la maternidad y no había encontrado mi opción número uno, decidí adoptar sola. Como escribí en el libro, creo que ser madre es la decisión más egoísta que tomamos, pero que conlleva luego la más grande generosidad de la que eres capaz, ésa es la trampa. Pero yo no tuve a mi hijo porque fuera bueno para él, sino porque quería ser madre. Me quise a mí al tenerle a él, no al revés.

Mi primer aprendizaje de la maternidad fue la humildad. Humildad para reconocer mi debilidad, mi miedo, mi impotencia. Humildad para darme cuenta de que esa «red social» que yo defendía como necesaria e importante para criar a un niño o niña, era mucho más que eso: era imprescindible.

Cuando hice el proceso de adopción dije que creía que tenía las dos cosas que necesitaba para criar a un niño: amor y estabilidad. Se me olvidó mi red de amor. No se puede criar a un niño sola, aunque estar sola no venga dado por tener o no tener pareja, sino por tener o no una red de amor que te acompañe y te sostenga. Sin esa red mi hijo y yo hubiéramos naufragado y no sólo con las logísticas (se pone enfermo, viajo, voy a cenar..) sino sobre todo con el vértigo y la soledad (está enfermo y hay que ir al hospital, no puedo más, estoy agotada, estoy tan enfadada con él que no sé ni cómo manejarlo…) y sobre todo con el agotamiento. Por muy bien que lo hagas, por muy bien que lo vivas, necesitas poder pasar el testigo de vez en cuando, descansar y volver a conjugar por un rato el «yo» en vez del «nosotros».  Sin todas las personas que me han acompañado en la crianza de mi hijo, no seríamos la familia que somos. Eso lo sabe él, y lo sé yo.

Pero entonces los años avanzan y un buen día tu hijo te dice «mamá, echo de menos tener un papá» Te lo dice un niño feliz, pleno y lleno de amor, pero al que le falta algo, algo que ahora no tiene, que tuvo pero que no está. Y entonces comprendes que sólo con las opciones de vida que tomas, sólo con tus propias decisiones, sin ni siquiera ponerlas en palabras o haber hablado con él, ya estás configurando una serie de mensajes educativos y unas ausencias que entonces ni siquiera llegué a comprender lo que significaban.

Mi hijo está creciendo con la idea de que la pareja, en mi caso el hombre, es prescindible. Y no lo son (hablo no sólo de los hombres, sino de la buena pareja, de la opción uno, no de un tipo determinado de pareja). Pero en mi caso con un agravante: él es hombre. Y no es una presencia que se pueda sustituir, no es cierto que su tío, ni que su primo, ni que mis amigos puedan ejercer de padres, porque no lo son. Mi hijo es muy consciente de que tiene una madre hoy, igual que que tuvo madre y padre biológicos. Es su universo. Un universo lleno de amor, pero también con ausencias. Y ése fue el universo que le ofrecí, que puedo ofrecerle.

Así que no negué su dolor, sólo le dije «yo también siento que no tengas un papá». Luego ya me explicó que había visto con su tía los pitufos, y que los pitufos tenían un papá que les protegía y él no. Ahí le expliqué que tanto las mamás como los papás protegemos. Y él dijo «es cierto, además con lo grande que tú eres, puedes protegerme».

No creo que el no ser la opción uno, quite valor a la dos, ni a la decimo cuarta. Creo que el amor da sentido a cualquiera de las opciones, mientras haya eso: amor (y en el amor incluyo tantas cosas! compromiso, respeto, alegría, esperanza, constancia..) Pero sí que estoy aprendiendo, poco a poco, a comprender la profundidad de lo que las madres y los padres ofrecemos a nuestros hijos e hijas, la forma en la que configuramos su mundo, y su identidad. Y es cierto, a menudo nos amamos más a nosotros y nuestros deseos que a ellos.

Creo que es importante para que el amor que nos une sea real, dar lugar a esas ausencias y a esos dolores, permitírselos, igual que he de permitirle el dolor que provoca su historia sobre su familia de origen y su adopción. Porque ésta es nuestra historia, la de nuestra familia: una historia de amor, presencias y ausencias. Pero para poder hacerlo, la primera que he de poder reconocer esa ausencia soy yo. Y la debilidad e impotencia que lleva implícita.

Es sólo mi vivencia, no pretendo que sea norma, es sólo la mía. Es mi maternidad y nuestra familia. Pero quizá alguno y alguna de los que leáis esto os suene cercano.

Pepa

7 comentarios a “Mi maternidad en solitario”

  1. Mi querida… qué puedo decir? Lo has visto claro y tus conclusiones son válidas. Creo que incluso en las parejas, al momento de decidir tener un hijo, también existe egoísmo. De eso aprendemos más tarde. Y en algunos casos no le privas de un padre o madre, pero tal vez en la decisión egoísta, le privas de una infancia feliz, educación u otras cosas. Sería deseable que la sabiduría precediera nuestras decisiones, pero no es así, creo que la vida nos enseña haciendo. Pero lo que si creo que es importante es lo que dices… el amor y lo que eso implica, porque permite aceptar la historia que construíamos. Tal vez las ausencias siempre se sientan (las de padre, madre, infancia feliz) pero es verdad que si tenemos amor las cosas marchan mejor… creo que lo más determinante no es la decisión inicial (importante, claro), sino la manera en la que vamos forjando el camino y la capacidad de vivir conscientemente nuestras decisiones y seguir amando, hasta para darnos cuenta de lo que te das cuenta ahora, y en ello, no sé como expresarlo, pero en ello creo que el amor se hace más generoso y se descubren esos matices que te ayudan a ser cada vez mejor persona y en esta ocasión el egoísmo desaparece y ellos, los hijos, son los que motivan esa decisión. Y lo hacemos por ellos y nos hace bien a nosotros. (así lo he vivido un poco yo. Olga

  2. Querida Pepa:
    Leí tu reflexión hace un par de días, pero en ese momento no supe definir lo que me sugieren tus palabras. Bien es verdad que ahora tampoco, pero he pensado sobre ello.
    Antes de nada, quisiera agradecer tu generosidad; generosidad por compartir con nosotros tu vivencia de la maternidad (y no sólo de la maternidad, porque se palpan otras cosas). Sobre todo porque en este caso es una maternidad especial; especiales son todas, porque las circunstancias que la rodean, por más comunes que sean, siempre son diferentes. Pero en tu caso, es aún «más diferente». Entiendo que te dé pudor, o más bien respeto, hablar de la vida tu hijo; por eso, y suponiendo que para tí es algo muy delicado, se agradece mucho que lo hagas, porque arroja mucha luz.

    Está muy bien que se diga, con todas las letras, que la decisión de ser madre es un acto egoísta; yo aún no lo soy, pero quiero serlo, y quiero serlo porque quiero vivir esa experiencia, vivirla yo. Y sí, soy muy consciente de que es así, egoísta. Pero ser consciente es ya por sí sólo un paso importante, creo yo, para pasar suavizar ese egoísmo, y para hacer de algo en lo que buscas tu propia satisfacción, un acto verdaderamente aprovechable (e indispensable) para la felicidad de los demás, en este caso, la de los hijos.

    Entiendo que es sobrecogedor escuchar a un niño hablar de lo que siente como una ausencia. Supongo que los sentimientos que le invaden a una serán complejos de manejar a veces, porque el hecho de que no tenga un papá, no tiene que ver con algo ajeno a vuestras vidas, sino con una decisión. Eso debe pesar… y es normal, es lo lógico. Que no pesase o que no preocupase sería un problema. Pero no hay que olvidar, que tiene una ausencia pero muchas presencias… (o pocas pero de calidad, de las buenas buenas). Y aunque unas cosas no compensan otras por completo, ayudan bastante. Y aunque configure… tranquila, puede tener una idea de la pareja de lo más sana, no crees? Yo lo tengo claro. Creo que sois muy afortunados, ambos.

    Un abrazo.

  3. Gracias a las dos, de verdad. Estoy contigo Olga en que todas las maternidades y paternidades son egoistas, sean en soledad o en pareja, y con las dos en que tomar consciencia sobre ello es el primer paso de una maternidad consciente. Noelia, me sé y me siento privilegiada, además de un inmenso amor, gratitud es siempre la palabra que me viene cuando hablo de José, nunca imaginé que mi hijo me abriera partes de mí cerradas, escondidas y negadas. Y sé que el mundo de José está lleno de amor, y no sólo el mío y que eso es lo único que importa. Es simplemente que la relación con mi hijo está cambiandome, y en ello también mi visión de las decisiones tomadas, ahora las veo de otra forma, con otra profundidad, con otra perspectiva.
    Gracias de corazón otra vez.
    Pepa

  4. Una pregunta
    ¿de verdad sientes que no tener pareja genera debilidad e impotencia?
    Yo soy madre sóla. Ya sé que no compartir la maternidad con una pareja me genera una «carga» extra. No el doble de carga, sólo algo más.
    Pero no me siento débil ni impotente.
    Hay personas que se Eentregan a su pareja». Yo decidí Y la vida decidió conmigo o por mí que esta entrega la haría con otras personas, con amigos, pero amigos de verdad. De los que pocas parejas conservan porque ponen sus energías el uno en el otro. Yo las puse en ellos y ellos en mí. Y no me siento sóla y creo que esto enriquece a la familia que he formado, tanto como me enriquecía a mí. Me sentía plena, acompañada y apoyado en la vida. y desde ahí decidí ser madre.
    Distinto es si lo pienso desde la soledad. Pero la ausencia de pareja no es sinónimo de soledad. De hecho la soledad en pareja puede ser muy dura.
    Cada uno percibimos nuestras debilidades y flaquezas , y está bien reconocerlas…pero me entristece que se pueda generalizar.
    Para mí la maternidad en solitario no es un plan B como tampoco lo es la soltería.
    La soltería es el estado natural de la persona, las parejas aparecen o no por el camino…Pensarlo al revés genera emparejamientos forzados y desdichados.

  5. Querida Irisada,

    Intentaré contestar tu pregunta. No, no creo que no tener pareja genere debilidad e impotencia, lo genera estar sola o solo. Todos los seres humanos necesitamos ser amados y eso nos hace fuertes. Como tú bien dices, ese amor no viene sólo de la pareja, y quien lo vea así creo que se pierde una inmensidad de posibilidades, de riqueza. En mi post yo decía que me he sentido débil e impotente muchas veces estos años, pero no por no tener pareja. Y desde luego creo que estar sola no viene dado por tener o no pareja, sino por tener o no una red.

    Para mí en la cuestión de la maternidad en solitario hay dos temas diferentes: por un lado, si se está sola o se tiene red, y por otra el papel de la figura masculina en la crianza de los niños (como el de la figura femenina cuando es una paternidad en solitario). Sobre la primera no tengo dudas, y de hecho lo escribí en un artículo hace ya mucho tiempo: cualquier grupo que decida vincularse a un niño, permanecer en su vida y cumplir una serie de funciones, esté como esté constituido ese grupo será una familia. Y no lo digo yo, los estudios sobre las diferencias en el desarrollo de los niños y niñas en distintos modelos familiares son claros al respecto. Es el amor en que viven, el tener esa red de amor lo que los hace felices.

    Y para nada creo que mi familia sea una familia de segunda, es que no hay familias de primera, ni de segunda, no creo que las haya. Pero sobre el tema de la figura masculina, del papel del hombre en la crianza de los niños y niñas, creo de verdad que se establecen posturas muy extremas sobre las que no estoy tan segura. Además tampoco tengo nada claro que lo masculino y lo femenino vengan vinculados al ser hombre o mujer, así que el tema se complica aún más. Pero no deja de ser mi visión del tema, y siempre me abruma la necesidad que tiene la gente de poner puertas al campo, de delimitar y meter en una cuadricula la complejidad humana, de dividir todo en tipos y subtipos, en válidos o no válidos. Familias siempre ha habido de todo tipo y siempre las habrá, porque el amor que une a la gente es la que las genera, no las normas sociales o religiosas.

    Pero te diré que sólo pretendo hablar de mi propia experiencia, de las dudas que me han ido surgiendo conforme he visto las necesidades de mi hijo en su crecimiento, no de la generalidad. Cuando escribí el post lo que quería decir es lo que sí tengo claro, que es por donde empecé: yo no he sentido cuestionada internamente mi decisión de adoptar, pero sí a veces la de hacerlo sola. Y no hablo de que me cuestionen desde fuera, sino yo internamente. Lo volvería a hacer? Una y mil veces. Es lo mejor que he hecho en mi vida, y no tengo duda sobre la felicidad que nos hemos dado mi hijo y yo mutuamente. Es la maternidad en solitario una opción válida? Para mí sí. Los demás que decidan ellos. Pero para mí es importante entender lo que conlleva, lo que ha significado para mí y para mi hijo.

    Un abrazo,
    Pepa

  6. gracias por responder

  7. Me ha encantado tu reflexion. Soy madre en solitario y además, por diversos motivos, sin apenas red social y es, esto último, lo que en realidad me apena muchisimo.Mi hija me hace feliz y me llena y yo me esfuerzo enormemente para cubrir sus necesidades tanto físicas, materiales y emocionales, pero hacerlo en solitario y sin apenas red social, me ha desfondado en todos los sentidos y lucho diariamente porque tal desgaste, tanto fisico como mental, no repercuta en mi preciosa relación con mi hija y en su desarrollo emocional. Estoy empezando a comprender que por mucho que me esfuerce habrá carencias, ausencias, que no dependerá de mi ni podré llenar,

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