La intemperie

16 marzo 2020
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Quedarse a la intemperie. No yo, ni tú: todos. Sin lugar para guarecernos. Ni persona a la que abrazarse.

Toca aprender.

Aprender que somos todos uno. Que no hay otro refugio que el amor y el cuidado que nos una como especie. Porque no cabe salvarse solo. O nos salvamos todos o ninguno. La aceptación de que nuestros límites y fronteras son una quimera. O nos cuidamos todos o no funciona.

Aprender que somos caricia. La piel, la presencia… lleva dentro una parte de nuestra alma. Nos escuchamos por teléfono, incluso nos vemos las caras… pero olernos, sentirnos, tocarnos.. ése es un nivel de soledad que requiere salir a reconocerse en los balcones, hacerse presentes, hacerse reales. Para no olvidar nuestra piel. Y aceptar la paradoja de que el sacrificio de esa parte de nuestra alma, que es nuestra piel, es nuestro mayor acto de amor ahora mismo.

Aprender que a la seguridad no llegaremos por el control sino por la entrega. La aceptación de que no controlamos, de que apenas podemos poner puertas al aire. Toca hacer, pero aceptando que la vida es más fuerte que nosotros. Y que el sistema en el que vivimos, basado en la injusticia y con pies de barro, se cae a pedazos por un bichito. ¿Por qué? Porque era una mentira muy conveniente.

Aprender que en las situaciones límite el ser humano se revela como lo que es: capaz de lo mejor y de lo peor. Los blancos y negros que surgen en las situaciones extremas y que luego, cuando todo acaba, has de hacer un esfuerzo para volver al arco iris, a los matices, pero sin olvidar nunca lo que viste entonces. Son tiempos de blancos y negros. Estar o no estar. Salir o no salir. Eso lo aprendí con la muerte de mis padres y cuando me operaron con 29 años y no lo he olvidado. Y situación a situación que me toca afrontar me encuentro con lo mismo. Si tomo al ser humano, lo tomo completo, con la moneda de dos caras: su capacidad para hacer bien y su capacidad para hacer daño todo junto. Lo mejor y lo peor.

La pregunta sigue siendo si aprenderemos. Porque la vida lleva dándonos señales de alarma hace tiempo. Y cada vez habla más alto. Y más claro. Sólo que el ser humano nunca fue demasiado bueno en escuchar. Y para mí el mensaje que escucho es claro: somos insignificantes, pero valiosos. Como la vida en sí misma, como  cualquier otra especie… algo pequeño pero muy, muy hermoso.

Así que me quedo con la moneda completa, con la hermosura, la caricia y la quimera.

Os abrazo más que nunca.

Pepa

Un comentario a “La intemperie”

  1. Espléndida, humilde y certera reflexión . No somos nada, pero lo somos todo, en el esfuerzo del amor sin gesto. Es lo más grande del ser humano : aprender a perder para ganar después

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