Hoy me he vuelto a poder cortar el pelo

6 mayo 2013
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Prometí que lo haría. Aunque sean dos entradas casi seguidas. Me prometí a mí misma que escribiría en este blog el día que pudiera volver a hacerlo: volver a cortarme el pelo. Acabo de llegar ahora mismo de la peluquería. Y me siento a escribir.

Llevo meses sin poderme cortar el pelo, porque allá por noviembre mi hijo se cayó de una pared de dos metros de altura, ante mis ojos y los de una de mis mejores amigas. Del lado en que estábamos, aquella pared parecía un simple macetero, pero por el otro lado eran casi dos metros. Lo vimos desaparecer ante nuestros ojos. Y, como luego nos confesamos mi amiga y yo, nuestro pensamiento fue el mismo «se ha matado». Hasta que segundos después oímos sus gritos y salimos corriendo.

Nuestros ángeles hicieron horas extra y no le pasó nada. De hecho, no se rompió ni un brazo. Tan sólo un inmenso chichón en la cabeza y un paso por urgencias.

Y aunque a largo plazo, esa sensación de sentirnos cuidados y protegidos ha prevalecido, en aquellos momentos mi alma se quedó aterrorizada. Y mi cuerpo con ella.

A partir de ese día y durante más de un mes, se me cayó el pelo por mechones. Cada día más. Las calvas aparecieron en mi pelo sin que pudiera hacer nada para pararlas. Y no hay palabras para describir la sensación. En ciertos momentos, sientes que estás perdiendo tu identidad con cada nueva calva que sale.

No es sólo que se te caiga, es que se te cae siendo mujer. Con la dificultad añadida en mi caso de llevar una vida pública en mi trabajo, donde conferencia tras conferencia, entrevista tras entrevista (algunas de ellas a pesar de mis esfuerzos han quedado en internet) la calvicie quedaba evidente.

Tengo una amiga del alma que se quedó calva completamente hace años. Perdió el pelo, las cejas, las pestañas…todo. Y ya hace tiempo que vive con peluca. Cuando empecé con el tema, casi no podía ni mirarla. Lo que hasta entonces era algo que me hacía sentir orgullosa de su valor, de su alegría, de la increíble mujer que era, pasó a ser mi miedo respecto a si sería yo capaz de vivir sin pelo, de afrontarlo como lo ha hecho ella.

Mi hijo me decía: «mamá, te estás quedando calva, hay pelo por todos lados». La gente cercana preguntaba, la que no lo es tanto miraba de soslayo intentando disimular. Pero yo sabía.

Y llegan esas frases tan curiosas: «es estrés, no pienses en ello, tranquilízate y volverá». Pero no puedes no pensar en ello. Te miras en el espejo cada mañana y te ves. Es como la obesidad. Es algo innegable, algo que no puedes olvidar de ti misma. Algo que cuando se queda, llega a formar parte de tu identidad.

Pasaron casi tres meses antes de que el pelo comenzara a crecer de nuevo, todo diciembre, enero y febrero, y dos más mientras se ha ido repoblando. ¿Por qué ha vuelto? Lo tengo claro, un cruce entre el susto que ya pasó, que mi cuerpo digirió más lento que mi alma, y las hierbas chinas de mi acupuntor, que marcaron un antes y un después crucial en el proceso (de los análisis que salieron perfectos para incredulidad de los médicos, las opiniones de los dermatólogos y otros varios mejor no hablo).

Hasta hoy, que me he podido cortar el pelo para sanearlo y fortalecerlo y que pueda crecer más fuerte, porque todas las calvas están cubiertas aunque sea de pelo pequeño, porque el pelo ya crece imparable y de un día a otro se nota el avance. Estuve a punto de hacerlo para mi fiesta de cumpleaños pero no quise. Algo dentro de mí necesitaba celebrar tal cual estaba.

Y ¿por qué lo cuento?
Porque no se habla de cosas como éstas.
Porque duele.
Porque asusta.
Porque el alma y el cuerpo son uno.
Porque ser madre también supone ser frágil. Porque el miedo pasa a formar parte de tu vida, miedos que no tienen palabras para ser expresados: el miedo a que le pase algo, el miedo a su dolor, el miedo a no poder protegerle.. si tu hijo muere, tú mueres con él. Así de radical.
Porque, por desgracia, sigue sin ser lo mismo estar calva como mujer que estarlo como hombre.
Porque hace falta mucho valor para pasar la noche y enfrentarte a auditorios llenos de gente que te pueden ver calva.

Y porque el amor te sostiene. El amor en forma de cintas de pelo que te regalan para las presentaciones de tus libros (gracias, Belén), abrazos dados en el momento justo o esa frase de «qué guapa estás hoy» que sabes que no es verdad, pero sirve para ese día, justo para ese día.

Mi pelo siempre fue una de las partes que más me gustan de mí misma. Me gusta que me lo toquen, que me lo acaricien, me recuerda cuando mi madre me lo peinaba de niña. Me gusta como parte de mi ser mujer. Me encanta ir a la pelu. Y hoy he vuelto a la pelu.

Desde aquí vaya todo mi amor y mi reconocimiento a todas y cada una de las mujeres calvas, totalmente calvas, calvas a trozos, medio calvas.. sea por el motivo que sea y durante el tiempo que sea (pienso en todas las y los pacientes de cáncer en tratamiento) del mundo. Y a los hombres también.

Pepa

14 comentarios a “Hoy me he vuelto a poder cortar el pelo”

  1. Me ha conmovido mucho tu relato. Felicidades por tu recuperación. Me encanta leerte, un saludo Pilar.

  2. Abrazo grande, Pilar. Y gracias a ti por seguir ahi, cuidando y queriendo.
    Pepa

  3. 🙂 gigante!!!
    una pena que no pongas fotos en tu post, porque debes estar preciosa, y este post, desde luego, merecía la foto de tu nueva estrenada y recuperada belleza!
    besossssssss con todo mi amor,
    Anna

  4. He estado a punto, hermanita, pero me dio vergüenza 😉
    Tq,
    Pepa

  5. El cuerpo y el alma están mucho más unidos de lo que a veces pensamos. Felicidades por esa paz y alegría que ha vuelto a tu alma…

    Gracias por hacernos partícipes de tu vulnerabilidad y fortaleza… es un placer leer todas y cada una de tus entradas

    maria

  6. ¡Valentía/sensibilidad! A veces me había preguntado si podrían ir de la mano. Sin duda en tu persona van estrechamente agarradas de tu mano.Como mujer,como madre siento vértigo al observar como mi hija va perdiendo su pelo.Me has trasmitido una buena dosís de valor para acompañarla.
    ¡Gracias Pepa!

  7. Aunque estoy pendiente de los resultados médicos, estoy (casi) segura de que mis varias calvas se deben al estres (la conciliacion laboral y familiar es mentira) y un ingreso hospitalario triple, largo en el tiempo y en la distancia. Me he asustado, he llorado, me he sentido muy insegura. Mi hijo de 6 años me dijo: «no te preocupes, ama, yo te cojo una coleta, te pongo bien el pelo, y no se te ven». Y lloré más.
    Pero tengo las impagable ayuda de 2 amigas, que me entienden mejor que nadie, y de mi hermana, que me las controla intentando que no me obsesione, y me olvide de ellas, aunque como dices en tu blog, no se puede…ver pelo por toda la casa no ayuda… animo a todas, si nuestro alma y nuestro cuerpo son uno, nuestro alma va a pelearse con esto, y va a ganar.

  8. Gracias, Leyre. Por resistir y por contarlo. Estoy recibiendo unos mails increibles sobre esta entrada. Me doy cuenta de que hace falta «narrarlo», hablarlo, sacarlo. Qué bueno que estés acompañada.
    Un abrazo grande,
    Pepa

  9. Gracias Pepa por compartir este relato de vulnerabilidad y fortaleza, de superación, de humanidad.
    Un abrazo.

  10. Cierto. Doy fe de que noté el cambio, y que sepas que es tremenda la mejoría. Pero claro parece que entre chicas está raro decirnos lcosas bonitas. No tenía idea de a que se debía ésa pérdida del pelo. Pero lo mejor es celebrar la mejoría. GUAPA, MÁS QUE GUAPA.

  11. Querida Pepa,

    te lo notamos (y nos alegramos!) el día de tu cumple, fue un gozo, pero ahora me doy cuenta que fue mitad de gozo por no compartirlo!! me ha costado leer esta entrada desde que me llegó el aviso…, pero ha merecido la pena! un beso muy fuerte, y ya con ganas de ver tu nuevo look, que como bien dice Ana, bien merecía tu foto esta entrada! un beso y mucho amor de parte de todos + Gonzalo! 😉

  12. Mil Gracias Pepa!…eso es…has dado una vez más en el clavo…son cosas de las que no se hablan, de lo que se siente después de un miedo…Gracias por compartirlo.

  13. […] La primera vez que ocurrió había una causa, una causa tan evidente que para mí fue fácil de integrar. Y aún así casi no pude hablar de ello hasta que recuperé el pelo. Y entonces lo describí así. […]

  14. Valiente, valiente, valiente! Tres veces valiente, por contarlo y compartirlo.
    Saludos,
    Pilar

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