El amor sana

20 septiembre 2014
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Hoy ha sido un día con luz. Y una vez más, un día que refuerza mi convencimiento de que sólo el amor transforma la dificultad, la pena y la oscuridad en luz. No es que las haga desaparecer, ni mucho menos, no es que la pena sea más pequeña, ni la dificultad menor, pero sólo el amor y el tiempo pueden darnos luz para afrontarlos.

El tiempo, la cadencia de instantes que no puedes acelerar, ni perseguir, ni siquiera exigir. Cuando el dolor llega toca atravesarlo y una de las pistas que cada vez veo más claras en mi dolor y en el ajeno es la parsimonia (bendita palabra ésta). No correr, no huir, no lanzarse a hacer, o a deshacer, o a salir o a hablar o a… sólo estar, a veces en silencio, a veces poniéndole palabras pero estar. Dejar que la gente que amas esté cerca y te abrace, te acaricie y te acompañe, pero no para correr, salir o huir, sino para vivir el dolor.

Porque cuando lo haces, resulta que encuentras en ese silencio, en esa lentitud algunas pistas, algunas respuestas. No hablo de quedarse sola, hablo del silencio o palabra acompañada, hablo de la caricia y el abrazo. Y todo ello con lentitud y consciencia.

Porque entonces ocurre lo que hoy, que el cumpleaños de una amiga que no sabe muy bien cómo celebrar porque no le apetece celebrar, con el cierre de una casa en la que creyó de verdad que tendría hijos, el dolor de la ausencia y la ruptura…todo eso se puede convertir en la luz entrando entre los árboles, las risas de dos niños jugando en el jardín, los abrazos silenciosos y la palabra cuando la necesitas. El amor sana. Hoy me lo han dicho de nuevo las diosas, las que aparecen en las cartas y en los libros y las reales que tenía ante mí.

O el amor del otro día en el tercer entierro que llevo este verano, como en el segundo y el primero. Un instante de dolor, de lágrima y de ausencia se vuelve un momento de certeza del amor inmenso que une, que acerca, que consuela. Y la huella que deja quien se va, aunque llevara años enfermo, sigue siendo una huella de amor, no sólo en lo que dio sino en lo que recibió y en lo que ese cuidado germinó a su alrededor. Y ver a sus hijos abrazando a su madre y a sus nietos y sus nueras rodeándoles y a todos nosotros…amor, más amor.

Incluso hay una forma de amor que es tan sutil que cuesta aprenderla, a mí me costó muchísimo! y es aprender a decir «no puedo, ayúdame». Reconocer la vulnerabilidad, el dolor, el miedo…y pedir ayuda. Y hacerlo por ti y por quien amas, una y otra y otra vez si es necesario. Seguir tu intuición, independientemente de lo que digan los demás, ser fiel a tu voz interior. Para que cuando te toque sostener el dolor de quien más amas, puedas al menos escucharle hablar de «I., la que me está ayudando».

Hay una frase que suelo decir en los talleres y que hoy estaba en la nevera de la casa cuya despedida honrábamos: «a amar no se aprende amando sino sintiéndose amado». Lo creo cada vez con más radicalidad. No es el instinto el que nos enseña a amar, es lo que recibimos, la urdimbre de amor es la que nos enseña, nos sostiene y nos ilumina. Sólo cuando te sientes amado, sea de niño o ya de adulto si no lo recibiste entonces, germina dentro de ti tu capacidad de amar en toda su plenitud.

Así que, en la medida de mis fuerzas y mis posibilidades, seguiré siendo una pesada, como le decía mi hijo el otro día a un amiguito suyo. Su amiguito se quejaba de su madre que le perseguía para que cenara y dijo «es que las madres sois malas» y mi hijo le miró y le dijo «no, N., las mamás no son malas, son pesadas». Pues eso, seguiré siendo pesada. Sigo creyendo en el «estar ahi». Empeñándome en celebrar cumpleaños, en tomar trenes cuando toque, en contestar llamadas o mails a las horas que lleguen. Porque lo creo: el amor sana.

Pepa

9 comentarios a “El amor sana”

  1. Querida Pepa
    Y por eso tu en ti misma eres sanadora…. porque eres puro amor
    Te quiero

  2. Sin palabras…yo también te quiero.
    Pepa

  3. Leerte es una caricia para el conocimiento, sentirte cerca seguridad y estar a tu lado vivir con certeza momentos de amar y ser amada.

  4. Carmen, de nuevo sin palabras, tanta emoción! Me honras. Gracias por ello. Te quiero.
    Pepa

  5. Tal cual. Nuestra capacidad de amar y dejarnos ser amados contiene en si misma nuestra capacidad de sanar y poder ser sanados. Mucho amor Pepa… desde aquí para vosotros.

  6. Mi dulce Antonio, No hay mejor prueba que Ariadna. Os quiero.
    Pepa

  7. Querida Pepa.
    llevo unos días urgando en tu blog.. porque creo que necesitaba un post como este.
    Como pediatra, y también sanadora, cuando puedo me siento totalmente identificada contigo. Que bonito lo que dices. yo también soy de las de » estar ahi» múltiples veces, en ocasiones sin que me llamen y tratar de paliar con mi presencia el sufrimiento de otros. En mi vida, en mi consulta, con mi familia.. Ahora que he rebasado la barrera de los 35 creo que he madurado, y me quiero un poco más..
    Siempre tuve muchos complejos y quizás porque ahora estoy más segura, estoy empezando a poner en marcha algunos pequeños sueños que no inicié porque nadie creía en ellos. Me siento amada, y eso me da fuerzas. Me encantaría tenerte y leerte cada día, que fueras mi amiga, mi coach y mi psicóloga virtual de cabecera.
    Me encantó conocerte en los cursos, y oir tu voz potente y segura.
    Desde luego, tu amor inmenso pausa mi tiempo y me hace ir despacio, paladear cada palabra tuya, ansiar el siguiente comentario.
    Eso sí, estoy organizando una charla por aquí cerquita de mi hospital y sería un honor, grande, grande poder contar contigo.
    Te cuento con calma cuando tenga fechas.
    Gracias por tus enseñanzas, por tu fortaleza, por compartir experiencias, por tu amor inmenso y por tu alma de mujer con la que creo tengo algunas cosillas en común.
    Mil besos y sigue estando aquí, en tu blog. Te queremos Pepa.

  8. Querida Ana,

    Bienvenida! Tus palabras me han sonrojado de verdad ;-), gracias! Y cuenta conmigo si cuadramos agenda (confieso que la tengo maravillosamente complicada) Escríbeme a pepa@espiralesci.es y lo vemos.
    Un abrazo grande,
    Pepa

  9. Pepa: gracias por esas palabras que tan bien sostienen y dan ánimos. ¿Cómo hacer para no huir del dolor? Todos lo hacemos.

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