dignidad

27 julio 2009
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La dignidad de quien ama inquebrantable.
La dignidad de las pequeñas cosas, las que sencillamente se te ofrecen.
La dignidad de quien sabe mirar.

La dignidad de quien sabe gozar.
La dignidad de quien ríe con la alegría ajena y sonríe la propia.
La dignidad de quien abraza, y de quien sabe ser abrazado.
La dignidad de quien acaricia con sus manos, su boca, su mirada, sus palabras o su silencio.

La dignidad de quien llora en silencio sobre un hombro cuando se lo ofrecen.
La dignidad de los silencios abrumados ante el dolor y la crueldad de la vida, vacíos de palabras inútiles, o fruto de la impotencia, pero llenos de presencia.

La dignidad de las palabras respaldadas por una vida.
La dignidad de la perseverancia.
La dignidad de quien se retira antes de que lleguen a su precio o a su límite.

La dignidad de quien es humilde, entre otras cosas porque sabe que casi todo se puede perder.
La dignidad de quien conoce la inutilidad del orgullo.
La dignidad de quien nunca pierde la capacidad de reírse de su sombra ni de hablar cara a cara a sus fantasmas.

La dignidad de quien nunca hace daño a propósito pero reconoce el daño producido a quienes ama.
La dignidad de quien no permanece suficiente tiempo como para poner la otra mejilla.
La dignidad de quien sabe perdonar y pedir perdón, asumiendo un riesgo de dos.

La dignidad de algunos pueblos y algunas almas,
la que queda al final de una vida, cuando cierras los ojos en paz.

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